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de su enfermedad; pues encarg6 que despues de la muerte fuera vestido su cuerpo con el
tosco sayal de los frailes franciscanos y se le diera sepultura en el convento de San Francisco;
pero al mismo tiempo dispuso que en sus exequias se oficiara una misa de requiem, cantada,
que su enterramiento fuese acompafiado con una cruz alta y la asistencia de cuatro sacerdotes,
y que el mismo dia o en los siguientes se dijeran en sufragio de su alma seis misas en los
principales templos de la ciudad. No cabe duda que discurria entre la humildad intima y la
pompa mundana; entre la conciencia de la posici6n marginal a la cual lo relegaba su condici6n
de extranjero, y el orgullo alentado por la valia social que le granjeara su profesi6n.
Lo cierto es que pas6 aquella hora aciaga. Que atin pudo consagrar casi veinte afios a
los fecundos trabajos de la imprenta; y que, ademas de dar a la publicidad una serie de libros
representativos de los procesos de transculturaci6n, form6 a los tipografos que continuaron
el ejercicio de su arte. Ensefi6, desde las nociones iniciales, a Juan Gutierrez; contrat6 a
Domingo de Carvajal; y tal vez como sustituto de Pedro Pareja, emple6 los servicios de
Francisco del Canto, que antes habia actuado como librero, y hasta tal punto mereci6 la
confianza de Antonio Ricardo que actu6 como testigo en la facci6n de su testamento y fue
oficial de su taller a traves de cuatro lustros. De modo sistematico, afan6se por lograr una
buena conservaci6n y el posible mejoramiento de su imprenta pues, cuando los achaques le
impidieron atenderla personalmente y decidi6 venderla al citado Francisco del Canto ( 18-
VII-1605), el inventario demostr6 la cuantia y calidad de sus implementos. Tenia letras de
diversos diseiios y tamafios, con las matrices destinadas a efectuar las fundiciones que le
permitieran mantener el buen estado de las que usaba en las impresiones; ramas de hierro,
chicas y grandes, para acomodar y ajustar los moldes tipograficos; dos prensas; cajas para
ordenar los tipos; utensilios para fabricar tinta y para echarla sobre las formas; e inclusive
tablones sobre los cuales se mojaba el papel antes de la impresi6n, y cordeles de los cuales se
colgaban los pliegos ya impresos. Ademas, letras ornamentales, de bronce y madera; "frisos"
o cenefas; estampas religiosas y figuras, con las brochas y los colores que se empleaba para
ilmninarlas. Y en esa prolija lista de los implementos que poseia aquella hist6rica imprenta
cabe destacar dos menciones: primera, "matrices del romance de Antonio Ricardo"; segunda,
"matrices del canto grande en que fundi el salterio y no llevan pauta porque las corte de
madera". Son dos menciones muy precisas y reveladoras, pues permiten inferir: 1
2 .-
la exactitud
de las hip6tesis formuladas en tomo a los trabajos mediante los cuales subsisti6 el diligente
turines antes de que fuera autorizado el funcionamiento de la imprenta; y 2
2 .-
la afinidad
artistica que aplic6 al disefio de tipos, asi como a la impresi6n de estampas y naipes
policromados, y aun de un salterio que la bibliografia no ha registrado y en el cual habria
utilizado planchas xilografiadas por su propia mano.
Las "separatas" extractadas de ediciones mayores y la posible impresi6n de algunos
pliegos de vida efimera, asi como la mencionada edici6n del salterio, definen
las
oportunas
soluciones que dio Antonio Ricardo a las posibilidades y los problernas del arte grafico. Pero
otras circunstancias de su actividad denotan su espiritu de empresa, pues no se limit6 a satisfacer
las solicitudes de trabajo que conducian a la percepci6n de un pago metilico; a veces retuvo un
conveniente nu.mero de ejemplares de las obras impresas, para ponerlas a
la
venta y obtener el
precio pactado; o asumi6 de modo pleno las obligaciones propias de un editor a fin de vender
los ejemplares mediante la gesti6n de libreros o de algunos comerciantes que viajaban por el
pais.
y
fiicilmente se comprende que gracias a esa diversidad de tratos sorteaba
la
estrechez del
mercado local, a
la
par que procuraba la continuada actividad de su taller.
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