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Ausente estaba la abnegada Catalina Aguda, la mujer con quien estaba ''velado y
casado segun [el] orden de la Santa Madre Iglesia"; que tal vez le habia anunciado
reiteradamente su prop6sito de reunirse con el en la Ciudad de los Reyes; y a la cual debian
entregarse los 350 ducados de
SU
dote, los 350 que el aport6 al matrimonio y
la
mitad de los
bienes que sobraren despues de pagar sus deudas. Muerto estaba Pedro Pareja, el
experimentado tip6grafo a quien contratara en Mexico, cuya colaboraci6n habia sido impon–
derable en el curso de las gestiones efectuadas para establecer la imprenta en Lima asi como
en la realizaci6n de sus primeros trabajos, y a quien debia 349 cartillas en lengua quechua y
un catecismo. S6lo, en la versatil poblaci6n que seguia tratandolo como extranjero, designa
como heredero a su distante hennano Pedro Ricardo, de quien no sabia si atin vivia en
la
hennosa Venecia; yen caso de que este hubiera muerto sin sucesi6n, favorece a sus sobrinos,
los hijos de sus tios Margarita o Jacome Palodi. Todos ellos asoman a su recuerdo como
sombras imprecisas, que tal vez acenruan su desasimiento de las cosas y la angustia generada
por la precariedad de su estado fisico. Y como hombre que ha debido observar conducta
irreprochable, para hacer olvidar las irregularidades cometidas en su afan de trasladarse al
Peni; como buen cristiano, favorecido por la protecci6n de los jesuitas, demuestra su
observancia de las virtudes. De su fe y esperanza, en las mandas inspiradas por el deseo de
poner
SU
alma "en la
mas
Ilana carrera de salvaci6n"; y de
SU
caridad, en los legados destinados
al colegio y la casa que los jesuitas tenian en Lima, "por
la
merced y buena obra y comodidad
que siempre se le ha dado en la dicha casa con darsele lugar para su imprenta", y al hospital
que en Venecia atendia a los enfermos pobres.
En ese animado diorama que fonnan sus recuerdos del tiempo ido, Antonio Ricardo
hace honor a las deudas que se vi6 precisado a contraer. Desde 150 a 12 ducados, que en su
Turin natal qued6 debiendo a Juan Argentario y Jeronimo Farina, respectivamente;
mil
pesos
que en Venecia obtuvo de diversas personas, y por los cuales sali6 fiador su hermano Pedro;
"mil
pesos poco
mas
o menos", que en Lyon recibi6 "por escrituras y recaudos"; "300 pesos
corrientes de a nueve reales, poco
mas
o menos", queen Medina del Campo qued6 debiendo
por
la
venta de
misale~
y breviarios; los 2,300 pesos que enMexico reconoci6 a Pedro Ocharte,
por la venta de la imprenta trasladada a Lima, y cuya cobranza encomend6 aquel a Melchor
Perez del Rincon, quien para forzar el pago lo habia "tenido ejecutado y preso". Pero eso no
era todo, pues
la
inseguridad de su situaci6n profesional lo habia obligado a comprometer
otros creditos durante los primeros aftos de
SU
ilusionada apelaci6n a la promesa peruana.
Especialmente, con el boticario Diego Tineo, quien le presto 420 pesos para pagar el precio
en el cual sali6 a remate una negra esclava "llamada. Antona, con dos hijos suyos"; luego le
otorg6 su fianza para liberarlo de la coacci6n a la cual fue sometido por el citado Melchor
Perez del Rinc6n; medi6 para que su mujer le prestara "cierta cantidad", a cuenta de la cual le
habia pagado otra "cierta cantidad"; ya quien nombr6 su albacea testamentario, en prueba de
la amistosa confianza que le profesaba. Adenuis, Juan Fernandez de Portichuelo tuvo presos
a dos de sus esclavos por "cierta cantidad de pesos", yes posible que en via de pago recibiera
el precio de "cierta cantidad de catecismos, confesionarios y cartillas" que llev6
al
arzobispo
Toribio Alfonso de Mogrovejo para los fines de su visita a la provincia de Huaylas; y qued6
debiendo a los indios Ant6n, Alonso y Juan, por los servicios que le prestaron en cwnplimiento
de los respectivos conciertos. Pero a despecho de sus deudas insolutas, y de las preocupaciones
ocasionadas por
la
enredada trama de fianzas y prendas judiciales, puede colegirse que disfrut6
de un espectable tren de vida, pues, ademas de los tres criados indigenas, tuvo en su casa tres
esclavos adultos - Pedro, Francisco y Melchor - dos esclavas - Antona y Ana - y dos niiios
negros. Y por eso fue contradictorio al disponer de si mismo en los
mas
aciagos momentos
XXIX