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En sus dias crepusculares, Antonio Ricardo pudo contemplar con satisfacci6n el trabajo

que mediante su imprenta rindi6 a la sociedad peruana. Quizc:i no se cumplieron jamas los

anuncios de su esposa sobre el viaje que esperaba emprender, para volver a cobijarse entre

sus brazos. Y volc6se en la ascesis, que en forma significativa se extendi6 entre los

requerimientos del III Concilio Limense

y

la impresi6n de un sermon inquisitorial. Pero

recordando siempre a su nativa

y

lejana ciudad de Turin, pudo alentar el orgullo de haber

sido el primer tip6grafo limefio;

y

haber seguido la tradici6n de los Manucio, aquella famosa

familia de impresores venecianos a quienes anim.6 un virtuoso humanismo,

y

que hicieron

del libro un objeto de aplicaci6n artistica

y

un recurso propicio para la popularizaci6n de

la

cultura. Aquejado al

fin

por la edad

y

la soledad, opt6 por retirarse del trabajo activo; por ser

SU

mas Constante amigo

y

mas devoto auxiliar, di6 facilidades a Francisco del Canto para que

pudiera adquirir la asendereada imprenta (18-VII-1605); e invocando ensuefios

y

recuerdos,

muri6 el 18 de abril de 1606. Segtin su ultima voluntad, al dia siguiente fueron sepultados

sus restos en la iglesia de Santo Domingo.

* *

*

XXXII