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de los empleados de la administracion colonial, sabia que en algtin lugar obtendria las
constancias quc le permitirian embarcarse hacia el lejano pais que entonces lo alucinaba.
Ocupose con cierta impaciencia en dar cima a sus preparativos de viaje; disponiendo
la venta de los libros salidos de sus prensas, negociando la cancelacion de viejas deudas y la
obtencion de nuevos prestamos, y, fundamentalrnente, ajustando con Pedro Ocbarte la compra
de! material tipografico indispensable para la imprenta que debia instalar en Lima. Es posible
que por instantes lo invadiese el desaliento. Pero a la postre logro veneer sus dificultades,
mediante dos compromisos enervantes: primero, el arraigo de su mujer en Mexico (111-1580),
para garantizar a sus acreedores la buena fe del c6nyuge, aunque de modo eufemistico se
apunt6 que debia permanecer alli para cuidar a sus ancianos padres; y segundo, el
reconocirniento de una deuda a Pedro Ocharte, ascendente a 2,300 pesos, y para cuya cobranz.a
otorg6 este un poder a Melchor Perez del Rincon, vecino de Lima, a fin de que interpusiera
las medidas necesarias para lograr el pago. Y tras superar todos los obstaculos adelant6se
hacia Acapulco con una parte de su equipaje, en tanto que las sliplicas y lagrimas de Catalina
Aguda lograban que el doctor Alonso Fernandez de Bonilla accediese a llevar hasta el puerto
los materiales comprados a Pedro Ocharte, en cajones acondicionados sobre seis mulas.
Antonio Ricardo lleg6 a la abrigada playa del puerto cuando ya habia zarpado el barco
dirigido hacia el Callao, y a cuyo bordo viajaba el aspero fiscal de la Real Audiencia de
Mexico que le negara el permiso solicitado para trasladarse a Lima. Habia sido promovido a
la categoria de oidor de la Real Audiencia de Lima hacia veinte meses (5-VII-1578) y hasta
entonces habia diferido su viaje. Su deseado alejamiento aplaco los temores que al tipografo
inspiraba la estrechez formalista del funcionario, y con alguna tranquilidad pudo aguardar la
llegada del comprensivo Alonso Fernandez de Bonilla. En el puerto, convencido tal vez por
el trato amistoso que el influyente clerigo dispensara a Antonio Ricardo, el patron del navio
"San Jose" acepto llevarlo, con sus acompafiantes y su abultado equipaje. Pero muy poco le
duro el gozo, pues, a pesar de ser apacible la travesia, quizci llego Unicamente hasta el limite
jurisdiccional de la Real Audiencia de Mexico, y desde alli vi6se precisado a emplear "diversos
navios" hasta desembarcar en el Realejo, caserio costero de la provincia de Nicaragua,
perteneciente a la Real Audiencia de Guatemala. Quedo virtualrnente abandonado, pero muy
animoso. Se traslado con presteza a la vecina ciudad de Leon, la capital provincial, a
fin
de
gestionar el anhelado permiso ante el gobernador Diego de Artieda Chirinos, para quien
habria recabado en Mexico algunas cartas de recomendacion.
Con cierta humildad, pero alentado por la apasionada firmeza de quien cumple un
destino, le hizo una pormenorizada relacion de sus cuitas. Y como el dignatario comprobara
que se hallaba "con imprenta para pasar a los reinos del Peru e... imprimir libros de doctrina
cristiana, ansio en lengua natural como latina y de espafiol y otras cualesquiera lenguas, de
que resultara utilidad a los naturales de aquella tierra, y para el dicbo efecto tenia registrados
y cargados los moldes y aparejos necesarios en el navio nombrado
Santa Lucia,
que va al
presente a los dichos reinos del Peru... [di6] licencia al dicho Antonio Ricardo para que
libremente, sin incurrir en pena alguna, se pueda embarcar... e ir a los dichos reinos del Peru,
llevando las certificaciones ordinarias" ( l 6-X-1580). Quizci le cost6
algtin
sacrificio ese permiso,
segun se murnmro en aquellos !ares, pero no cabe duda que el gobernador Diego de Artieda
y Chirinos procedi6 conforme a un justo criterio, en cuanto reconocio que el virreinato del
Peru debia tener imprenta, no solo porque ya la tenia el de Mexico, sino porque asi lo imponia
el mandato de la civilizaci6n.
XXIV