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principado ( 1561 ), fue desde entonces escenario de extraordinarios despliegues militares,
que cambiaron por entero la faz de su vida. Los hombres de 18 a 50 afios fueron llamados a
las armas, y muros fortificados aseguraron la defensa contra los enemigos. Los honestos
burgueses, los artesanos empefiosos que durante la ocupaci6n extranjera buscaron en otras
ciudades el ambiente propicio para sus actividades, emigraron para no sufrir los excesos del
dominio sefiorial. Y entre ellos abandonaron Turin los vastagos de los Ricardo.
Alli
quedaron los padres, arraigados a la vieja ciudad por las entrafiables memorias
que emergian de los rincones hogarefios, y por las satisfacciones que les granjeaba la posici6n
lograda. A Venecia march6 un buen clia Pedro Ricardo, atraido por el prestigio de sus variadas
manufacturas y por la resonancia que a esa republica dieron los Manucio, al convertirla en
foco del hurnanismo. Despues li6 sus bartulos Antonio Ricardo, con algiln dinero obtenido en
calidad de prestamo; y dirigi6se tambien hacia Venecia, con cierta expectativa de apoyarse en
las relaciones y la experiencia que hubiese conquistado su hermano. Ambos trabajaron en
las
tipografias de la ciudad, aunque con fortuna muy diversa; pues su reciente avecindamiento y
las normas gremiales oscurecieron las esperanzas de Antonio, quien hubo de contraer nuevas
deudas para atender a sus necesidades; y ya habian llegado a la considerable surna de 1,000
pesos, cuando Pedro decidi6 aswnir
la
obligaci6n de pagarlos, para que su situaci6n profesional
no sufriera el perjuicio que solia proyectarse sobre las familias cuando un deudor era requerido
por la justicia.
En coyuntura
tan
critica, Antonio Ricardo vi6se precisado a reanudar su peregrinaje.
Una vez mas lo ayud6
SU
hermano, proveyendolo de algiln dinero para que pudiera trasladarse
a otro lugar en busca de oportunidades; y al dejar tras de si la estampa del puente Rialto y los
canales rurnorosos, no dejaria de repasar las previsiones y los encargos que debian facilitarle
su introducci6n en ciudades tal vez hostiles. Inclusive, porque tal vez intentaba vincular ese
viaje con gestiones mercantiles, pues, en virtud de escrituras y recaudos de diversas personas,
habia reunido unos 1,000 pesos. Lo cierto es que dirigi6 sus primeros pasos hacia Lyon,
donde entonces prosperaba el famoso impresor Sebastian Grifus; pero no permaneci6
alli,
porque el calvinismo habia impuesto la lucha confesional y contrariaba los anhelos de paz que
llevaron al turines fuera de su patria. Paso a Espana, cuyos circulos universitarios y literarios
se hallaban agitados por la influencia cultural italiana; y, animado por un claro conocimiento
de la esterilidad a que estan condenados los esfuerzos individuales del hombre de buena
fe,
no
pretendi6 establccerse en ciudad alguna, sin contar previamente con el valimiento de algiln
cortesano. Ailn mas; es posible que no se ftjara ningiln lugar de la peninsula como definitivo
punto de destino, sino las nuevas y promisoras tierras de America, vistas entonces como el
mundo del oro y la maravilla.
De transito por diversas ciudades, ofici6 unas veces como tip6grafo y otras como
cobrador, y se vi6 obligado a solicitar prestamos para cubrir la deficiencia de sus ganancias.
Sus mudanzas coincidieron, en forma muy reveladora, con los cambios de residencia de
la
corte. Estuvo en Valladolid; en Medina del Campo, donde qued6 debiendo 300 pesos; y quien
sabe si en Toledo, Alcala
y
Madrid. Sus empefiosas solicitudes debieron exigirle
mas
de un
sacrificio, pues en Espafia se miraba a los extranjeros con tanto recelo como a los herejes y los
judios;
y
alguna plegaria debi6 asomar a sus labios cuando fue autoriz.ado su viaje a la Nueva
Espafia y obtuvo una carta de recomendaci6n para el Vrrrey, don Martin Enriquez de
Ahnansa,
que habia tornado posesion de su gobiemo el 5 de noviembre de 1568.
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