Al alejarse de las costas ibericas, Antonio Ricardo evocaria sus
andanz.asy sus
dificultades econ6micas; lenta y calladamente, ordenaria en su pensamiento las experiencias
adquiridas; y, mirando hacia el horizonte que la proa del barco desafiaba, alentaria una
esperanza, un ilusionado optimismo en la promesa de America. Corria el mes de noviembre
de 1569. Vientos y oleajes zarandearon la nave durante varias semanas, demorando la vision
de la costa deseada, y ya se habia iniciado el afio 1570 cuando lleg6 a Mexico.
De muchos tipografos de aquella epoca se dice que en sus mudanzas de un lugar a
otro, llevaban sus talleres debajo del sombrero. No porque fueran de dimensiones
minimas,
sino porque los riesgos eran muchos e imprevisibles en todos los caminos, y se consideraba
preferible confiar la instalaci6n de la empresa al personal dominio sobre la fabricaci6n y el
manejo de los implementos. Y si a ello se agrega la cr6nica escasez de sus recursos, debe
creerse que Antonio Ricardo no condujo taller propio a Mexico. Hubo de emplearse en el que
heredara Pedro Ocharte, frances con quien probablemente trab6 amistad durante su
pennanencia en Lyon; y, por aiiadidura, yemo y sucesor de Juan Pablos (o Paoli), natural de
Brescia e introductor de la imprenta en Mexico. Pero ciertos dichos emitidos con ligerez.a
hicieron a este sospechoso de
calvinista;
fue apresado por el Tribunal del Santo Oficio (1573)
y
quiz.a
sometido a interdicci6n;
y
su imprenta qued6 paraliz.ada durante siete afios. No obstante,
concerto cierta asociaci6n con Antonio Ricardo en ese lapso, y juntos respaldaron la impresi6n
de algunos trabajos (1578), al mismo tiempo fue requerido el turines para dar movilidad
y
eficiencia a los tipos
y
prensas que la Compafiia de Jesus habia recibido de Espana;
y,
basado
en el trabajo que el respectivo concierto le garantiz6, adquirio algunos implementos para
completar y mejorar la dotacion de esa imprenta, que durante dos o tres aiios funciono "en el
Colegio de San Pedro y San Pablo". En ella di6 a la luz unos diez libros, caracteriz.ados por
sus tipos itilicos y cursivos, de
cort~
elegante y preciso, y adomados con tetras capitales y
vifietas que parcialmente aparecieron antes en las ediciones de Juan Pablos, Antonio de
Espinosa y Pedro Ocharte. Destaca entre esos libros el
Sermonario en lengua mexicana,
con un catecismo en lengua mexicana
y
espaiiola (
1577), debido al agustino Juan de la
Anunciacion.
Aquella relaci6n decidio el rumbo que habria de emprender
la
vida de Antonio Ricardo;
pues merced a las informaciones de los jesuitas supo que aim no existia imprenta en el Peru;
y que la evangeliz.aci6n de los indigenas requeria la implantacion de un taller que permitiese
una vigilancia directa sobre
la
impresi6n de los textos doctrinarios, expresamente redactados
en las lenguas nativas. Quiza atendi6 tambien a la benevola disposici6n que le mostrara el
fiscal del Tribunal del Santo Oficio, Alonso Fernandez de Bonilla, nombrado para efectuar en
Lima la visita general de las instituciones, y activamente ocupado en preparar su inmediato
traslado al puerto de Acapulco. En consecuencia, rog6 al prelado que lo incluyese en la
relacion del personal que habria de acompaiiarlo, a
fin
de obtener el correspondiente permiso
para si e inclusive para Gaspar de AlmaZlin y Pedro Pareja, tip6grafos que debian auxiliarlo en
sus trabajos. Pero de nada le valieron los buenos oficios que en su favor interpuso el inquisidor,
porque tanto el mandatario como el fiscal de la Real Audiencia, Pedro de Arteaga y Mendiola,
accedieron linicamente al viaje de Pedro Pareja y opinaron que las ordenanzas vedaban el de
Antonio Ricardo, debido a su condici6n de extranjero y a la circunstancia de disponerse a
dejar en Mexico a su mujer, Catalina Aguda. Y no cej6 por ello en sus empenos, aunque
sentimentalmente lo afectara la inflexibilidad de esas autoridades, que a traves de los aiios
habian apelado a su arte
y
habian conocido su limpia ejecutoria, pues, atento a la idiosincracia
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