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Amparado asi por una autorizaci6n oficial, y con una orden expresamente dirigida al
maestro Pedro de Escobar, pudo embarcarse en el navio "Santa Lucia"
(l
8-X-1580).
Tai vez
acodado en
la
borda, contemplaria c6mo se desdibujaban en el horizonte
las
arboledas pr6ximas
al Realejo, e imaginaria la vida de Lima, la ciudad rica y pomposa, cortesana y sensual, pero
tambien cul
ta,
recatada y religiosa. Cifraria algunas expectativas en
la
protecci6n de los jesuitas,
cuyas noticias sobre el Peru le infundieron esperanzas en la prosperidad y el respeto que alli
le granjearia su trabajo. Y no dejaria de pensar en su encuentro con personajes que habia
conocido en Mexico; tales como el adusto oidor Pedro de Arteaga Mendiola, o el amistoso
visitador Alonso Fernandez de Bonilla, o el propio Virrey Martin Enriquez de Almansa, que
habia sido promovido al gobiemo del Peru
(26-V-1580)
y muy pronto emprenderia viaje
desde Acapulco
(9-XII-1580)
para asumir sus nuevas funciones. En verdad, tramontaba una
definitiva etapa de su vida, consagrada al dificil aprendizaje que se decanta en la experiencia
y, hasta su muerte, al ordenamiento legal y la cultura del Peru.
Corria el mes de enero de
1581
cuando arrib6 al Callao. lnmediatamente debi6
adelantarse hacia Lima para buscar un acomodo conveniente, mientras Pedro Pareja y Gaspar
de
Alma7.8n
quedaban encargados de cuidar el traslado de su preciosa carga. Recurri6 a los
jesuitas, en demanda de la ayuda esperada o prometida; y sin dificultad logr6 que en el Colegio
Maximo
de
San Pablo se le concediera una amplia estancia para la instalaci6n de su taller,
que desde entonces cont6 con la garantia de los PP. Jose de Acosta y Juan de Atienza, provin–
cial de la Compaiiia y rector del colegio respectivamente. A tftulo de prueba, y para satisfacer
a sus protectores, Antonio Ricardo debi6 hacer algunos trabajos menores como impresi6n de
grabados -con las efigies de Cristo, San Agustin, San Francisco o Santo Domingo-, que
podian ser ofrecidas como estampas, pequeftas cedulas que se daba a los fieles para constancia
de su asistencia a los actos del culto, y papeles circunstanciales. Pero no fue posible eludir
la
prohibici6n que por medio de una carta habia estipulado Felipe
II,
a
fin
de
impedir
que en
Lima
hubiese imprenta; y para neutralizar las objeciones e inconvenie!ltes que pudiesen
referirse a su condici6n de extranjero, Antonio Ricardo movi6 a Pedro Pareja para que se
presentase ante el cabildo de la ciudad y la Universidad Mayor de San Marcos y solicitase
que a su vez impetrasen del monarca la abrogaci6n de esa prohibici6n, y ademas elevase una
humilde invocaci6n rl propio Felipe
II.
Demas
esta decir que ambas instituciones acogieron favorablemente las instancias del
impresor, porque en el cumplimiento de sus funciones compulsaban dia a dia la necesidad de
un taller tipografico; y, sin mencionar la petici6n suscrita por Pedro Pareja, cada una elev6 al
Rey una stiplica,
para
que autorizase el funcionamiento del benefico establecimiento, aun con
las limitaciones que se juzgase oportuno fijarle. Segtln el Cabildo
(12-VIII-1581),
'1a
prohibici6n [se habia hecho] en tiempo que en este reino no era necesaria la dicha imprenta, y
ahora lo es, por haber en esta ciudad Universidad y los narurales parece que se van inclinando
a la vida politica, denuis de haber personas que se dan a las letras, y se darian nuis si hubiese
aparejo para imprimir algunos libros, que serian de aprovechamiento, a los naturales como a
otras personas". Y segU.n la Universidad Mayor de San Marcos
(13-VIIl-1581 ),
"la mudanza
de los tiempos y la necesidad que en ellos ocurre por abundancia de letras y ejercicio grande
que en ellas hay, con... la fundaci6n y dotaci6n de la Universidad y estudios deIla, ha mostrado
ser cosa
m.uynecesaria que haya imprenta y maestros della, como las hay en la Nueva Espana,
para que se puedan imprimir algunos libros necesarios para los principiantes y otros actos y
conclusiones que de ordinario se tienen en
la
Universidad, y cartillas para los niiios, y
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