Table of Contents Table of Contents
Previous Page  32 / 246 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 32 / 246 Next Page
Page Background

H UGO N EIRA

en particular los protestantes

atentos a toda disidencia,

prefirieron llamar «pantefstas

populares». A un punto estu–

vieron de recibir los tiznes in–

quisitoriales, menos mal que un

Papa inteligente, Inocencio Ill,

no los condena, ni hostiliza, al

contrario . Pero admitidos por

el Papa Le6n X

(bu/a lte

vos,

1517) ,

pes6 en el 6nimo de la

congregaci6n el testamento

de Francisco que hace hin–

capie en las ideas originarias.

Como orden no solamente

crece sino que hubo d iversas

querellas internas, entre «con–

ventualesn y entre «los celan–

tesn, estos ultimas consideraron

a Francisco el gula prometido

por Joaquin de Fiore para un

«tiempo nuevon. Despues del

Padre y del Hijo, una era del

Espiritu Santo . Una tercera

edad de la humanidad . Asf,

la sorpresa del Nuevo Mundo

les parece a los franciscanos

una ocasi6n para intentar esa

iglesia apost61ica y pobre que

habla sonado el pobrecito de

Asfs, lejos de la Europa burgue–

sa que comenzaba a enrique–

cerse. Las Indios y esos hombres

desnudos y como desprovistos

de la falta original , eximido de

musulmanes y hereticos lutera–

nos pero tambien del lujo y la

riqueza senorial, era para estos

predicadores de la igualdad

mon6stica , un gesto de la pro–

videncia . Pueblos enteros lis–

tos a recibir la nueva buena si n

las complicaciones teol6gicas

del viejo mundo. Asf, apenas

concluida la fase violenta de

la conquista , como lo senala

el historiador Jean-Pierre Ber–

the, las franciscanossembraron

monasterios en Mexico y luego

24

en el Peru, por centenares.

7

Por

otra parte, esa idea, una raza

india en estado de receptibili–

dad, exceptuada hasta

1492

de la civilizaci6n materialista

del Renacimiento y los Tiempos

Modernos, permanece como

«una arqueologla de ideas»,

para deci rlo como Foucault,

un substratum milenarista, de

rafz escatal6gicamente cris–

tiana , pero que no solo ali–

menta sino que rebrota en las

apuestas ideol6gicas mas ex–

tremas de muchas izquierdas

del siglo veinte , en busca de

un socialismo definitivo, an–

tioccidental y anticapitalista.

Pero no es Marx el inspirador,

es Munzer, a la cabeza de un

ejercito de campesinos, que

Lutero se ve en la obligaci6n

de condenar, justificando la

terrible represi6n contra esos

milenaristas del XVI. Munzer

encabezaba un movimiento

popular cristiano radical, pre–

conizando la total comunidad

de bienes y el desconocimien–

to sin excusa de toda jerarqula .

Cada cierto tiempo, por igno–

rar la historia ella se venga , y

reverdecen otras trampas de

la fe, una coma vieja ilusi6n de

los «an6rquicos mediovales». Y

en otros escenarios y puebl os ,

bajo otros lenguajes, vuelven

las revueltas sangrientas q ue

parecen revolucionarias, y no

lo son . Hay un libro estupendo

sabre la materia,

Los fan 6ticos

def Apocalipsis

de Cohn , la

descripci6n de un cierto tercer–

mundismo para quien el diablo

es la modernidad .

8

El papel singular de la doc–

trina franciscana est6 lejos de

agotarse. Hace poco, recientes

estudios senalan un derecho

misionero del XVI como fuente

del derecho internacional. En

efecto, se ha rastreado en ese

derecho surgido en las cupu–

las romano-franciscanas del XIII

al XIV, una suerte de reconoci–

miento de otras civilizaciones.

Ese viraje parece arrancar del

momenta en que Roma envfa

embajadores ante los Khanes

mong61icos para convertirlos

al cristianismo. Bajo esas luces

y experiencias, se reinterpre–

t6 desde esa orden religiosa

el momenta de la Conquista

americana : Occidente volvla

a enfrentarse a otras civiliza–

ciones, a otras humanidades.

A otras 16gicas de lo social. Los

derechos del hombre de nues–

tros dlas no serlan sino el pasaje

a la secularizaci6n de la em–

presa franc iscana .

AP<?ST.OLES DEL PIRV.

HECHA

S, y RE

CEBm4s EN EL CAPITVLO '

Proaind1l

<tlcbr.do

tn<IConararo

c!c Nornu

Sci11ir•

dctos

A4-

gcludc

h Ciudid

dclos llcyn aquiot< d<

Agoftodrmil)

fcrfdm1~1,ydifl

r.

fin<. PrcGdicndo<n

cl

011<Aro

Pa.

d<e f1J7

FuncolCo

de Hmm lcilorjobibdo,7

ComL(fnio

Ga!culdc todblu Proainriu

d<IPiru,NoruoRc1oodc Crauda,1.

·

s..

,12

\rvtc!c

Camas. C1arplr- .

_.,.c"

~.\

niruc!U.cpotribria&c.

.,o -";.';

~

1

·

~~/_¢/, ~"/!

NOH

~ ,,n

1'011

(o(

'9/.

/0

.

~

,.!!.J'

~~;-:

~

"

\;

...

i

~

w

~.

COii LIClllCI-'·

P<I EtctlrnrirsimoS.norPri1dpt

de

F.f<fllihrh<.En t i...

por FuociJ(o

dtl

Canto.

Afil>,1617.

'

. j

.

. /

-.

..

)>

/'~

,,

,

.:1-t4't

~

(.

,.,~

":7'1,;/,.t;

4.."

..

"'~l'f•4;;e.

:11..,.__,.

Es numerosa la hue/la de la imprenta de

los franciscanos

en

nuestros fondos bi–

bliogr6ficos.

Joyas de la Biblioteca