

Cervantes, burlas
y
veras
ePor que. tras cuatro siglos, no salimos de la historia de un enjuto hidalgo castellano
y de un «cierto lugar de la Mancha»? Como si de alguna manera. el confticto entre
Caballerfa y Burguesfa. de inicio de los tiempos modernos. siguiera actual. Yentre lo
mucho que se ha escrito desde que don Miguel de Unamuno decidiera preferir lo
quijotesco a lo cervantino. acaso convenga reparar. al fin y al cabo, en Cervantes
mismo, en el creador y no tanto en la creatura yen el tiempo que le toc6 vivir. Nace
en
1547.
En
1532
Pizarro habfa llegado al Cusco. En
1534
Loyola funda la Companfa
de Jesus. Tiene
23
anos cuando combate en Lepanto. En
1588
la Armada lnven–
cible fracasa en las costas de lnglaterra. Cuando escribe (fallido autor de obras
teatrales, modesto cobrador de impuestos. aldeano hidalgo que nose atreve a
viajar a Indios) nose hon hundido todavfa los tercios espanoles -eso ocurrir6 en
Rocroi. en
1634-
pero ya se habfan comenzado a hundir muchas otras cosas. Desde
Felipe IV, dice el historiador Elliott. se sentfa que el barco se iba a pique. La aventura
imperial agotaba energfas y caudales, y no tanto en las soledades de America sino
en los bosques de Alemania protestante. Bancarrotas y crisis endemicas, el Estado de
los Austria en monos de prestamistas internacionales. la imposibilidad del dominio im–
perial cat61ico del mundo. esquilmados los subditos, incluidos los propios castellanos.
Estado, sociedad y economfa declinaban juntos. Maravall y Bennassar. historiadores,
hon observado la obsesi6n de esos dfas por la limpieza de sangre. Otros, una sensa–
ci6n general de des6nimo, de melancolfa . 0 el itinerario vital de los refugiados en la
mfstica, los llamados alumbrados. En resumidas cuentas, en tiempos de Cervantes
el mundo iberico se alejaba coda vez m6s del ideal caballeresco. Y entre esas dos
mitades, el Papa y el Emperador. va entrando el ruido del mundo. Sordos a la vida
de palacio ya ese ejercito de servidores y chambelanes, algunos hombres de
letras. recuperan la gracia y el ingenio de las cortes para contar lo que le pasa a
la gente corriente, y entonces es el
Lazaril/o
de
Tormes ,
flor de picaresca. Faltaba
sin embargo la historia de esos grandes equivocados. el labriego Sancho y el hidalgo
Quijote, que encarnan unas ganas de hazana y de herofsmo que ya no cuenta en un
mundo dominado por don Dinero, como canto. Quevedo. no muy lejos. Cervantes
dira, entre burla y veras, a lo que no llega ni la novela picaresca ni el teatro de Lope de
Vega, ni los cuadros mismos de Velazquez. Supremo piedad e ironfa desde los escom–
bros de un genero repudiado, y hasta prohibido. la novela de caballerfa. Pero el Quijote no
ser6 el
Orlando furioso,
que al parecer lefan apasionadamente los espanoles. segun afirma
Joseph Perez, mi antiguo profesor de historia del Siglo de Oro, acaso el hombre que mejor
ha conocido ese perfodo ca6tico y creativo. En Cervantes el relato g6tico de Palmerfn, Esplandi6n, y de La
linda Melasina. se vuelve retrato de los vicios espanoles, de Senor a Paje. exceso de los trajes, deshonra del
oficio manual, mania de la alcurnia y los linajes. Escribe en una prisi6n de Sevilla a donde lo llevaron sus deu–
das, para que, como lo hubiese dicho Antonio de Guevara, hastiado de la corte, «para que Espana mire sus
duelos y se libre de los ajenos» (en
Reloj
de
Prfncipes) .
Se habfan puesto a ordenar cat61icamente al mundo y
se habfan arruinado. Otros escribiran «Memoriales», los llamados arbitristas. los intelectuales que como siempre,
ya tenfan soluci6n para la ostensible decadencia . Es la de Cervantes, la Espana de la preponderancia ya la
vez la del pauperismo. la de las ferias con el oro de Potosi y la crisis de Flandes; y en esas villas y aldeas que
recorre , la ociosidad de unos y el hombre de los otros. la terrible palabra hombre que va a manchar la vida
hispana hasta los furores de la II Republica . en la guerra civil. 2Deficit cr6nico. injusticia social. revoluci6n de
los precios? Sin duda, y mas aun, una sociedad de pobres asistidos ya veces alimentados. y al lado de ello, un
genera de vida, las mansiones soberbias. el mobiliario y la indumentaria de inmenso valor. el Valladolid donde
Cervantes vive, «el desconocimiento del trabajo. sustituido por el paseo, la danza. el juego. los espect6culos,
todas las formas de la fiesta . las controversias religiosas. el servicio de Dios y de los santos, el recibimiento de
reyes y princesas. y para algunos. las alegrfas de la lectura» (Bennassar,
Valladolid au Siecle
d'
Or,
1967).
Por
eso nos interesa, americanamente, Cervantes . «Por la descripci6n de esa republica de hombres encantados
que viven fuero del orden natural>>. Perque describe Valladolid del XVII y de paso Lima colonial, y acaso el
Peru, hasta
ante~.
de la
revoluci~n productivi~ta
del siglo veinte de los capitalistas informales. de los de abajo.
En cuanto al Qu1iote, abandono la venta miserable y se puso a cabalgar hacia otro tiempo y otra realidad
que no fuese la del consumo inmediato de riqueza y la picaresca senorial y popular de sus dfas. Por eso, mas
que en Europa en donde el ciclo capitalista lleg6 con su amargo realismo , es por estas tierras que sigue ca–
balgando todavfa (hn).