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H UGO N EIRA

18. A mediados del siglo veinte,

la edici6n intenta masificarse.

Tres casos ejemplares. Los es–

fuerzos por editor escritores e

investigadores de Juan Mejia

Baca

y

su socio, E. L. Villanueva .

Aquf, a sus riesgos y peligros,

El

mundo es ancho

y

ajeno,

de

Ciro Alegria , el mas importante

novelista peruano hasta que el

ciclo del indigenismo se agota–

se

y

aparecieran, por un lado,

el cuento y la novela urbana

(Julio Ramon Ribeyro, Mario

Vargas Llosa)

y

del otro, el fe–

n6meno Arguedas. Pero don

Juan , que por algo tiene solo

que recuerda su extraordinario

empeno de editor

y

promotor

en la sede central de la BNP

de San Borja, editaba a sabios

peruanos, Tauro del Pino, Raul

Porras. El segundo caso de edi–

ciones que llegaron a todos

los bolsillos, sin duda alguna,

es «Populibros». Solo a un horn-

.

JOSE MARIA ARGUEDAS

LA AGONIA DE

RASU-HITI

populibros peruanos

30

bre de la afiebrada imagina–

ci6n de Manuel Scorza, poeta,

novelista , politico, empresario,

antes que este titulo se hicie–

ra corriente, se le podia ocurrir

que era negocio ir a ponerle al

alcance a la gente corriente

en los jirones y calles de Lima ,

modesta ciudad de entonces,

los grandes clasicos, y uno que

otro libro de autor contempo–

raneo. En venta directa y sin el

agravio de librerias

y

distribui–

dores. Fue un exito rotundo. No

se ha vuelto a intentar, acaso

porque hon surgido otros pro–

cedimientos que son una suer–

te de «populibros» achorado y

permanente, como el clonaje

clandestino

e

informal de libros

peruanos

y

extranjeros. En fin , el

Estado, que no es precisamente

el cuerno de la cornucopia con

la cultura

y

la edici6n, viene edi–

tando, tras el sello solemne del

Fondo del Congreso, una serie

de libros, bajo la doble energia

de Rafael Tapia

y

de Martha Hil–

debrandt. Realmente, un enor–

me esfuerzo que ya lleva anos,

con la natural hostilidad

y

ce–

guera de los editores privados.

iGue error de interpretaci6n!

A mas libros, mas lectores. No

son editores privados ni publicos

los que faltan sino, para decirlo

sencillamente, lectores, y ha–

bitos de lecture . Los diarios, en

particular

El Comercio

y el dia–

rio

La Republica,

hon distribui–

do hasta el 2004, cerca de 70

millones de libros gratuitos. Pero

los peruanos no leen . No faltan

libros, falta lectoria iGue pas6

en el Peru? Hace treinta anos

se leia muchisimo mas, propor–

cionalmente hablando. El tema

es grave,

y

sobrepasa el conte–

nido de estas acotaciones. Ya

hablaremos, en el contexto de

otra publicaci6n, menos institu–

cional

y

mas personal.

EL

MUNDO ES

ANCHO Y AJENO

\ /

PRIME R TO MO

Joyas de la Biblioteca