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Reproducci6n que data
de
1548,
de
la primera impresi6n ( 1483),
de
las obras comp/etas
de
Plat6n, traducidas al latfn par Marci/lo Ficini.
giaron allf grupos importantes de
intelectuales y cientfficos, vfcti–
mas de persecuciones polfticas
y religiosas. Sumandose a este
hecho, la prosperidad industrial
convirtio a la ciudad de Amster–
dam en una potencia impreso–
ra, donde destacaron los carto–
grafos Blaeu y la familia Elzevier,
que lidero durante los siglos XVI
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y XVII una imprenta considerada
como modelo de tipograffa .
Estas obras tuvieron amplia di–
fusion en el virreinato del Peru,
pues, desde los primeros anos, la
agitacion de la campana de la
Conquista y de las guerras civiles
entre conquistadores, no fue 6bi–
ce para la circulacion de libros
y, una vez asentado el virreinato,
Lima y las principales ciudades
gozaron de la mas variada lec–
tura que podfa ofrecer la cultura
occidental en ese entonces.
La difusion de los libros euro–
peos se debe fundamentalmen–
te a los libreros de Madrid, Alcala
de Henares y Medina del Cam–
po, que establecieron sucursa–
les en Sevilla, ciudad que con–
centraba el comercio con las
Indios. Los estudiosos del tema
no hon tenido mayor acceso a
los nombres de los libreros pues
estos no aparecen en los Regis–
tros de Ida de Navfos. Sin embar–
go, Rodriguez Marfn,
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gracias a
sus estudios sobre el embarque
de los primeros ejemplares de
El
Quijote
a America , ha sacado
del anonimato a Pedro Gonza–
lez Refolio y a Juan de Sarria, el
Viejo, a quienes senala como
los primeros libreros en mandar
embarcar para America, a co–
mienzos de
1605,
varias decenas
de ejemplares de la edici6n prfn–
cipe de la obra, publicada en
Madrid, por Juan de la Cuesta,
en enero de ese ano.
Manuel Vegas Castillo
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refie–
re queen el Peru, sesenta y seis
ejemplares de
El
Quijote
fueron
recibidos al ano siguiente por
Juan de Sarria, el Mozo, hijo del
anterior, por Miguel Mendez, li–
brero de Lima, quien los reparti6
entre Roque Vidal de Aragon,
Miguel Pililla, Tom6s Gutierrez,
Francisco Munoz, Luisa Butron,
tambien libreros de Lima, y Mel–
chor Pacheco, distribuidor de
libros en las provincias.
El virreinato del Peru ley6
El
Quijote
con tal entusiasmo que
Joyas de la Biblioteca