

H UGO N EIRA
12. Conviene ahora mostrar al–
gunos
de
esos
grabados de epo–
ca.
Para atender no solo la letra
sino el contenido de la imagen,
la semiotica de las ilustraciones.
Observemos, pues, ese estilo,
evidentemente gotico y fanta–
sioso, con el cual circulan por el
mundo, desde el XVI, las noticias
de las Indios. Pero ni el viaje del
Descubrimiento en las fr6giles
carabelas fue tan apretado, ni la
toma del galpon de Cajamarca
a donde acudio un emperador
llamado Atahualpa -el Atabali–
pa de la cronica soldadera- se
pareda al fortfn o castillo feudal
que presenta esta estampa . Eu–
ropa estaba en guerras intestinas
cuando ocurren los hechos de la
Conquista de Mexico y del Peru.
Yaun despues, mientras se con–
solida el orden colonial en Indios
de los Habsburgo, los europeos
viven una guerra feroz, por siglo y
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medio, resultado del cisma lute–
rano y lo que Carlos Vy sus des–
cendientes, decidieron hacer en
la materia: volverse el brazo ar–
mada de la Contrarreforma. AsL
bien miradas estas im6genes,
no hablan tanto de los conquis–
tadores y sus guerras sino de la
propia Europa belica. Esos infan–
tes y sus picas, con esos aires de
bravuconada, parecen corres–
ponder a las escenas corrientes
durante las guerras de religion,
particularmente en Alemania ,
donde los prfncipes protestantes
y ciudades libres, enfrentaban
con numerosos mercenarios a
los imperiales soldados de los
Habsburgo. Con violencia se to–
maban fuertes, iglesias, villas, y
se ahorcaban unos a otros. Esas
eran guerras tambien del fin del
mundo, pero de las cuales, con
el tiempo, habrfa de emerger en
Holanda yen Alemania, eso que
1.
..
t<J/IJ
llamamos el capitalismo como lo
explicara Max Weber. En cuanto
a las Indios o America espanola,
habra de pasar tiempo para que
imagenes y realidad se ajusten.
Entre tanto circularan textos en
profusion, diversas lecturas, rela–
tos disfmiles: cronistas soldados,
curas doctrineros, laberfnticos
juristas.
El ultimo de los cronistas, llega
un siglo mas tarde, el Padre Ber–
nabe Cobo, hacia
1650.
Su obra
se situa mas alla del relato fami–
liar o de casta, de las querellas
de bando, de la hagiograffa o el
relato quimerico. El jesuita Cobo
es hombre dado a la clasifica–
cion, con ganas de objetividad,
y sus puntuales observaciones
allanan de alguna manera el
camino a posteriores observa–
dores, a los grandes viajeros in–
gleses y franceses y al mayor, al
sabio e ilustrado Alexander von
Humboldt. En la obra del padre
Cobo esta la minuciosa descrip–
cion -sin fantasia- de hierbas,
arboles, peces, animales y, tam–
bien de especies importadas,
y un recojo de religion , de ritos
y la organizacion social de los
Incas, su «civilizacion material»,
para decirlo con una categorfa
propia al oficio del historiador
en el siglo veinte, despues de
Fernand Braudel. No cree Cobo
que el Peru antiguo fuese el Ofir
de la leyenda, ni el lugar de re–
fugio de los hebreos. Cobo es
el primer sabio americano. Es
un realista el padre Cobo, aca–
so eso explica el desapego del
que su frecuentaci6n como
cronica goza . Todavfa nos se–
guimos inclinando por la fan–
tasia que por el conocimiento
escueto de lo rea l.
Joyas de la Biblioteca