del Canto, en
1617.
lnteresa–
ban las m6quinas. Como Co–
lecci6n general
de
m6quinos
escogidos,
tomo primero, de
Don Miguel Geronimo Suarez y
Nunez, visiblemente madrileno,
de
1783.
Ciertamente, casi ya
no es la colonia , se est6n termi–
nando los tiempos, despuntan
los cambios tecnicos que usan–
do todavfa la fuerza animal o
con molinos de vientos, todo
apunta a la pronto revoluci6n
industrial, en lnglaterra , obvia–
mente, y no en Indios, pero en
fin , ese Tratado circulaba. Re–
sulta interesante que les inte–
resara , y por eso hemos selec–
cionado, con la arbitrariedad
del caso, esa m6quina para
aserrar m6rmoles, la m6quina
para examinar el peso del aire
(no lejos, pues, de la mec6nica
que llevar6 al uso del vapor) y
sobre todo, en un pafs ligado al
mar y con astilleros y naufragios,
«el modo de levantar del fondo
del mar los navfos sumergidos».
Hay tratados sobre otras artes,
moneda, agricultura, arquitec–
tura , pintura . Uno, sin intentar
ser exhaustivo, no deja de ser
significativo, la abundancia de
Tratados de fortificaciones . Te–
nemas varios en nuestros fon–
dos.
L'Architecture militaire
o
u
L'Art
de
Fortifier,
inspirada en la
obra del celebre mariscal de
Vauban (
17
41). En italiano, el
de Marco Vitruvio comentado
por Bernardo Galiani, arquitec–
to de San Luca
(
1790) y el
Trata–
do de
Fortificociones
y
arte de
construir los edificios
militares
y
El interes par las m6quinas. Una suerte
de
pre-revoluci6n indus trial.
Joyas de la Biblioteca
EL XVI,
EN EL ASOMBRO DEL MUNDO
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