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H UGO N EIRA

dores de Escoto) como Alfonso

Briceno (

1590- 1688)

nacido en

Chile, el habito franciscano lo

toma en Lima, tiene la Catedra

en

1638.

Sus

Celebriores contra–

versias,

llegan a las mil paginas.

Doctores escolasticos, partida–

rios de la trfada: leccion, repe–

ticion, disputacion. Maestros

nomadas, Briceno fue profesor

en Paris, Romay Salamanca.

Una vez mas, el Orbe lberico. En

fin, cuando llego el momenta,

adoptaron a Newton y a Des–

cartes. En las listas de libros de

bibliotecas privadas se hallo

con profusion a Benito Jeroni-

mo Feijoo

(1676-1764).

Bueno

es decir que predicaba un es–

cepticismo crltico en su

Teatro

crftico Universal.

Leerlo no era

simple, 8 volumenes, y en ellos,

una centena de temas y subte–

mas. Alivia un tanto su reflexion

el hecho de que fuera ensayista.

Lo que sigue es mas conocido.

Acaso porque el catolicismo

pierde fuerza, no tanto porque

disminuye la fe, sino debido a

la querella entre las mismas or–

denes religiosas, y la llegada de

virreyes esta vez enviados por los

Borbones, se modernizan los es–

tudios. Pero, el lado perverso de

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La naturaleza def Nuevo Mundo (entendida

como

fauna

y

la flora, geogratra

y

tambien

su gente, su historia

y

Estado) era materia de cavilaci6n. No comenz6 en el siglo XIX ni

(micamente en el XX.

164

ese proceso es que se expulsa a

los jesuitas; fue un golpe devas–

tador para la vida universitaria

y la formacion de las elites. Flo–

recen por ese tiempo primero

los pollgrafos (Pedro Peralta y

Barnuevo; Jose Eusebio de Lla–

no Zapata) y luego, los reforma–

dores de la ensenanza superior,

Juan de Soto, Ignacio Castro,

Toribio Rodriguez de Mendoza.

La gran batalla, aparte de quien

llegaba al rectorado de San

Marcos, en el orden de las ideas,

consistla si adoptaba o no, en

la Catedra de Derecho Natural

y de Gentes, a Heinecio. Tran–

quilo profesor, Johann Gottlieb

Heineckem, llamado Heinecius,

(1681 - 1

7

41 )

produjo un revuelo

y una disputa feroz en el medio

de jurisconsultos sanmarquinos,

a pocos anos de las guerras de

la independencia. Al parecer

la gracia de Heinecio, muy le–

jos de los debates entre criollos

y peninsulares, en materia de

derecho civil, es haber retorci–

do las

lnstitutas

de Justiniano, o

sea, haber introducido elemen–

tos del derecho germanico (su

cultura de referenda, profesor

en Franecker) es decir, algunos

principios que provenlan de las

costumbres. Henecio hizo estu–

dios profundos para hallar en los

usos jurldicos germano-medio–

vales, fuentes de inspiracion que

el derecho romano considera

subsidiarias. 3Era por este cami–

no que la criollidad, ya bastante

alzada y aunque tlmidamente,

descontenta de la imposicion

legal espanola, andaba en bus–

queda de un derecho propio,

un reencuentro entre la especi–

fidad de esa sociedad del Peru

virreinal y sus leyes? Es probable,

aunque sinuoso como camino.

Joyas de la Biblioteca