

so Barba,
El arte
de
los meta/es,
1640.
Se trata de un manual de
metalurgia y mineralogfa, el mas
importante del Renacimiento di–
cen los entendidos, cuyo autor,
que residi6 en Potosi, «anode
una serie de conocimientos y
representaciones indfgenas al
corpus
occidental». Barba, en
efecto, parece reunir saberes
antiguos, la alquimia griega, la
tradici6n arabe y el saber me-
dieval y cristiano. Y se hallo en
la Biblioteca Nacional, en sus
fondos coloniales. La obra ilustra
uno de los temas predilectos, la
«mundializaci6rn> del america–
nista Serge Gruzinski, lo que el
llama cda din6mica de saberes
y experiencias imperiales euro–
peas», en este caso, mezcladas
a otras formas de saber. Biblio–
tecas eruditas, een el cruce de
muchos mundos?
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A la izquierda, al reves, el asombro por Occidente.
En esta p6gina, eEs necesario insistir fa importancia que tuvo, en
lo
real yen
to imaginario, minas, meta/es y riqueza?
Joyas de la Biblioteca
EL XVI ,
EN EL ASOMBRO DEL MUNDO
De estos coloniales dentro del
Orbe lberico, hay otro centro de
interes, el tercero en esta expo–
sici6n, que no deberfa sorpren–
der demasiado, pero que igual
sorprende. Sabemos que hubo,
mal que bien, ciencia colonial.
Tuvimos graduados en Medici–
na, acaso menos que en leyes
y letrados. «La jerarqufa social
de los medicos era algo me–
norn, dice Sandro Patrucco,
20
pero hubo hospitales, que por
el XVIII , se hicieron numerosos.
Obras de la piedad cristiana . Y
grandes medicos los hubo, Cos–
me Bueno, Hipolito Unanue, y
esa ciencia , magra sin duda
pero no inexistente -los prime–
ros galenos fueron los barberos
anode un ironista- ha sido estu–
diada por Valdizan, Paz Soldan,
Lastres.
21
Pero lo que hallamos
en nuestros fondos bibliograficos
sobrepasa el interes especffico y
profesional. Son parte de aque–
llos que en el comercio de libros
en la Carrera de Indios, eran
embarcados y pasaban como
«literatura practica y cientffica»,
como se senala en un estudio re–
ciente .22 Obras sobre medicina y
sobre maquinas es lo que hemos
hallado. Es el caso de la
Historia
de
la composici6n def cuerpo
humano,
escrito por loan de Va–
luerde de Hamusco, en Roma, e
impresa por Antonio Salamanca
y Antonio Lafrerij, en
1556.
En los
galeones llegaban, misioneros,
y tambien desembarcaban
Ii–
bros c ientfficos. Ydesde el XVIII,
la llamada «colonia tardfa» de
algunos historiadores, llegaron
libros secretos, o incredulos o
libertinos.
Ciencia, decimos, la de esos
tiempos en fin , pero ya la vo-
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