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H UGO N EIRA

namiento y ruptures. Es «la otra

aculturizaci6nn, de peninsula–

res que se vuelven criollos. de

negros que inventan una cul–

ture afroamericana, de los in–

dios mismos. Comenzando por

la nobleza inca colonial. Esta

occidentalizaci6n no hay que

confundirla con hispanizaci6n

ni europeizaci6n, al entender

de Gruzinski, que comparto.

16

El tema es decisivo, porque en–

tre lo neoindfgena, por abajo, y

los efectos de la mundializaci6n

iberica, por arriba, estaba na–

ciendo entonces, «la otra mo–

dernidad». Desde entonces. Ysi

esto es cierto, y lo es, entonces,

ese perfodo hist6rico local, vi–

rreinal, hay que pensarlo desde

un pensamiento global. Desde

horizontes planetarios.

17

AsL y en los modestos alcan–

ces de este libro, las im6genes.

Cada tiempo le pregunta al pa–

sado aquello que lo obsede. Y

en nuestros dfas, es lo visual. So–

mos, despues de todo, hijos de

nuestro tiempo, y estamos, que

duda cabe, marcados por la

fotograffa , el cine, la television,

el video y ahora, por la panta–

lla de nuestros ordenadores. Al

punto que, como senala Rudolf

Arnheim, la percepci6n no nos

parece una funci6n secundaria

ni dicot6mica del pensar, no.

El pensamiento es visual.

18

De

ahf la importancia de las im6-

genes. El juego complejo de las

representaciones, puesto que

revelan sentimientos, predisposi–

ciones. Este punto de vista abre

un campo interdisciplinario, es

nuevo territorio del historiador

y tambien terreno de caza de

la antropologfa y la sociologfa .

Es campo sin riberas, partiendo

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de cosas banales y por lo mis–

mo significativas. Pero acaso ha

llegado el momenta de expli–

car por que proponemos esta

aproximaci6n, esta inteligencia

de lo visual (Ver «El canon este–

tico» en nota aparte).

Visita a lo imaginario

lnvitamos pues a recorrer la ga–

lerfa imaginaria de las estampas

de nuestros fondos bibliotecarios

que por amoral resumen y a la

pedagogfa, agrupamos en algu–

nos cuantos centros tem6ticos.

El primer centro de interes es

el globo terr6queo, los vientos, el

mar, las naves, los oceanos, las

otras tierras. La «Carta cosmo–

gr6fica» que hemos selecciona–

do, «con el nombre, propiedad

y virtud de los vientosn, expresa

esa redonda convicci6n de los

que frecuentaban la lectura, en

el Peru, dentro del Orbe lberi–

co. Se apreciar6 en lo alto, una

alegorfa divina, aunque mon–

tada en una gran ave podrfa

ser Zeus, y al lado, una figura

sonriente que lleva en el pe–

cho la doble 6guila de la casa

de los reyes de Austria. Puede

apreciarse tambien que en el

espacio «American, casi no figu–

ra otro nombre destacado que

el del Peru. Frente a nuestras

costas, navega algo que no es

gale6n sino una balsa india de

doble quilla . Casi por las mis–

mas fechas,

La Cosmograffa

de Pedro Apiano (

1496-1552)

de su nombre Peter Bienewitz,

editada en Anvers (que es el

New York de esos dfas). lntere–

sa a esos peruanos virreinales

la manera de definir los luga–

res, y como dice claramente la

ai

Canacofmognpbica,con los nombra,propricdad,yviitud dclos vicntos.

NOlNOIYS'STE.

SEPTENTllof:I o"NolT£

OINOIDEST!.

Los vientos. Coso curioso, floto ante lo costo peruono uno balsa indfgeno de vela trian–

gular. eUn hecho real

o

un presogio de conciencio nocionol?

Joyas de la Biblioteca