quedado en letra muerta. Y se
pregunta que tipo de estado de
6nimo provoca entre los privi–
legiados de ese lado del mun–
do, los criollos, a los que Perez
prefiere llamar los espanoles de
America . «Aceptan reconocer
la autoridad supremo del Rey,
pero a menudo se consideran
mejor situados que sus funcio–
narios para apreciar lo que
les conviene hacer o dejar de
hacer sabre el terreno; tienen
el sentimiento de poseer unos
derechos sabre regiones que
hon conquistado sin la ayuda
del Estado y que pretenden ex–
plotar en provecho de sus inte–
reses, piensen lo que piensen
los juristas y los funcionarios. De
ahf las resistencias cuando se
trata de aplicar disposiciones
favorables a los indios, pero la
negativa de obediencia se di–
rige menos al soberano, al que
juzgan mal informado, que a
sus funcionarios, sospechosos
de benevolencia; por lo tanto,
se inclinan ante las decisiones
reales, pero se creen con dere–
cho a aplazar su ejecuci6n (se
acata pero no se cumpie) un
poco coma ciertos individuos
peninsulares defienden celosa–
mente sus fueros; en America
los privilegios hon nacido con
la conquista y deben garantizar
la supremacfa de los conquis–
tadores y sus descendientes».
12
La cita es extensa pero vale la
pena. Cabe anadir que ese
estado de 6nimo, mejor dicho,
una mentalidad a la vez leal y
desleal, no evita, por lo demos,
el ascenso criollo, la dominaci6n
de Cabildos y Audiencias antes
que los Austria dejen el paso a
los Borbones. Se habla por eso,
de una preindependencia crio-
Joyas de la Biblioteca
lla-senorial antes que la del siglo
XVIII. Ya eran duenos de estos
mundos, cuando las reformas
borb6nicas intentan recolonizar
las Indios. Yentonces, rompen el
pacto colonial. Es preciso volver
a pensar este perfodo de nues–
tra historia . Recategorizarlo.
Es cierto que, coma lo sena–
la Joseph Perez, los Habsburgo
no quisieron fundar colonias, y
acaso desearon reinos nuevos
unidos al soberano por lazos
personales, coma ya estaban
establecidos en los dominios eu–
ropeos de la Corona. Pero esto
es la teorfa, el buen deseo. Si el
Peru fue un reino, o Mexico, Nue–
va Espana, tambien es cierto
que no hubo coma en Napoles,
un viejo parlamento, aunque tu–
viese desde que fuera posesi6n
del reino de Aragon, sus virreyes.
3Es entonces razonable que los
Austria consideraron que lo que
era posible en la proximidad del
mediterr6neo no lo era al otro
extrema del mundo? Es proba–
ble, pero a lo que dio lugar, no
fue ni a reinados, aunque asf
se les llamara, ni tampoco a la
ruda colonia, a la manera ingle–
sa y caribena, que aparece un
par de siglos despues. La colo–
nia fue otra cosa. 3Que fue? Un
proto-Estado. El forcejeo entre
burocracia imperial y sociedad
criolla es un hecho, y no nece–
sitamos abundar en la mate–
ria. Tampoco el modo c6mo la
afirmaci6n imperial elimin6 a los
conquistadores de cargos mili–
tares y judiciales, a la espada la
reemplazan los letrados.
Ante el tema de la consolida–
ci6n del orden colonial hay dos
escuelas. La cl6sica , por ejem-
EL XVI,
EN EL ASOMBRO DEL MUNDO
DON
fRANCISCI
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DE 4LF.ARO,RE.CII IN
AllGENTOIA GANCE!. LAllA lEG–
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Anno
1600.
GYM HIVILEGI O.
Y
.!!'cfoleti.Apu4LudouicumSanchez.
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Contrariome0te a lo que
sue/e
decirse, en
esos
siglos lo construcci6n def Estodo inte–
res6 mvch(simo. Y c6mo cobror tributos:
almojorifozgo (impuesto sabre la plusva/(a
de productos importodos) a/cabala (sabre
todas las tronsocciones comercioles, salvo
sabre productos de primero necesidod)
lo overfo de armada {las borcos def Peru
la pogaban doble, en el Pocffico
y
en el
At/6ntico) . Abaja, un te6rico el sutil doctor
fray Gaspar De Villarroe/, diserta sabre las
ados cuchillos», el pontificio
y
el def rey. Lo
espirituol
y
lo temporal, noda menos.
BJeLESIASTICO
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DE LOS DOS'CVGHll.LOS.
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151