

y territoriales, ya un reparto del
trabajo por castas, mientras el
proto-Estado de Indios, se con–
suela con la dominaci6n fiscal,
y el monopolio de productos
importados, a los que por cier–
to, burla el contrabando. Y un
punto crucial, las elites estaban,
dado las circunstancias, forzosa–
mente enfrentadas. La tesis de
Marie-Danielle Demelas
14
es un
punto final a varios consagrados
mitos sabre el antiguo regimen
virreinal. El poder no fue el Virrey
sino las Casanas criollas, vincu–
ladas y a la vez rivales entre sf.
Esas Casanas eran un mundo
coda una de ellas, piramidales,
coda linaje con sus propieda–
des, sus funcionarios coloniales,
sus caciques indios que les pro–
veen de mono de obra. Deme–
las sostiene que habfan reglas
en las sociedades andinas que
estudia, pero no eran las impre–
sas sino las reglas t6citas. Las so–
ciedades andinas se hallaban
estructuradas en parentescos.
Estas sociedades andinas (su
investigaci6n abarca Ecuador,
Peru y Bolivia) eran sociedades
de interconocimiento, del cara
a cara, en la que los vfnculos de
individuo a individuo desempe–
naban un pope! importante. En
fin, pese a la violencia de las re–
laciones sociales, a menudo los
conflictos se resolvfan por me–
dia de las conciliaciones. Con
el siglo XIX, la alcanza como
sociedad el injerto absolutista,
lo que la investigadora llama,
no sin ironfa, cda seducci6n de
la modernidad polfticrn>. Esas so–
ciedades del antiguo regimen
fingen aceptarla. Lo moderno
resu'lta entonces contagio, no
convicci6n. Las estructuras anti–
guas permanecen, dice la pro-
Joyas de la Biblioteca
fesora Demelas, pensando en
el siglo XIX.
Las lmagenes. Desde la
periferia: la apropiaci6n
de Occidente
Quieren estas p6ginas ahora
mostrar estampas, grabados,
portadas y portadillas de libros
antiguos, pero no
coma
acom–
panamiento de comentarios y
ensayos. Tonto
coma
los textos
escritos, los tomamos
coma
in–
formaci6n, pista, data hist6rico.
zUn nuevo campo, una nueva
fuente? Sin duda alguna, libros
y colecciones pueden tener
nuevos usos, enfrentar nuevas
cuestiones. Por ejemplo, el sen–
tido de las ilustraciones. El his–
toriador solo tratar6 de recons–
truir la jerarqufa de intereses de
gente que vivi6 entre el siglo
EL XVI,
EN EL ASOMBRO DEL MUNDO
XVI y el XIX. No solo lo que lefan
sino aquello que vefan. Como
se asomaban al mundo. Es un
trabajo espedfico hacer visi–
bles ccesas configuraciones del
silencio»,
coma
las llam6 Michel
Foucault, que la historia conven–
cional ha dejado en el olvido. Y
sin embargo, decisivas.
Dos grandes macrofen6me–
nos trabajaron esa periferia del
Orbe lberico, de Lima a Mexi–
co. El primero, el vasto proceso
que se ha llamado transculturi–
zaci6n, mestizaje, o mas senci–
llamente, «reorganizaci6n del
mundo indfgenan
coma
lo pre–
cisa Bernard Lavalle.
15
Pero no
menos importante es el vasto
proceso de occidentalizaci6n.
Que envuelve villas, ciudades,
vida cultural , y la aparici6n de
la conciencia americana hacia
el siglo XVIII, tiempo de cuestio-
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