

HUGO N EIRA
y termin6 siendo otra cosa. No
se logra la separaci6n entre la
«republica de espanolesn y la
«republica de indios», senalan
Flores Galindo y Manuel Burga,
insospechables de hispanismo.
En realidad nunca se llev6 a
cabo el programa de coloniza–
ci6n inicial que habfan aplicado
a los moros que se quedaron en
la Espana cat61ica , y que tam–
poco funcion6 (Guerra de las
Alpujarras en Granada). En los
Andes conquistados ocurrieron
fen6menos imprevisibles, desas–
tre demogr6fico, tierras baldfas,
escasez de mono de obra, apa–
rici6n de cruces etnicos masivos.
Al azar de la historia
(
ese tema,
el azar, que solo ha interesado
a Basadre) surge otra sociedad,
otros lazos. 2En que consistie–
ron?
Virreinato en lo institucional,
colonial por la sujeci6n econ6mi–
ca, una vez m6s, 2socialmente
que fue? De lo mucho que se
ha dicho, me parece un buen
punto de partida lo expuesto por
Octavio Paz. En primer lugar, re–
cuerda que cuando Servando
Teresa de Mier se propone jus–
tificar jurfdicamente el derecho
de Mexico a la independencia,
le reprocha a los espanoles que
«Nueva Espana no era conside–
rada como una colonia sino
como un reino con derechos y
deberes semejantes a otrosn.
26
Pero ese hervor intelectual pre-emanci–
paci6n enfrentaba el plomo de la ver–
sion fidelista, sostenida menos que por
oidores, por los letrados con sotana
y
sus
«cartas pastorates}} que llamaban a la
inmovilidad.
166
En segundo lugar, ese estatuto
de Reino
(
que no se perdi6 al
menos en el uso para el Peru)
se daba a la vez que el estatuto
inferior de los criollos -no tanto
en la esfera de la riqueza, ano–
de- «Sino en la administraci6n
y milicia». Una contradicci6n Re–
yno y Status, «que fue causa de
la lndependencia». Ahora bien,
me parece decisivo el llamado
de Paz a observar esa sociedad.
«Nueva Espana fue singular -ra–
zona-
no solo por su situaci6n
dentro del lmperio sino por su
estructura interna. Ya sabemos
que los hombres casi nunca lo-
gran hacerse una imagen clara
y verdadera de la sociedad en
la que viven. Los novohispanos
no fueron una excepci6n a esta
regla ; nosotros, sus sucesores,
tampoco lo hemos sido. Entre
la realidad de Nueva Espana y
nuestras ideas se interponen mu–
chos prejuicios. Estos prejuicios
no vienen de la tradici6n sino de
la modernidad». Y luego senala,
con humildad, el reto de intentar
describir esa «realidad inmensa
y
cambiante, del XVI al XVIII».
Del texto de Paz, que deberfa
ser estudiado par investigadores
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