suyo, ya hombre, cuyo nombre se me ha ido de la
memoria, que iba en su guardia, viendo a su señor
caído, dió a Pedro Maldonado un arcabuzazo, de
que cayó tendido en el suelo, mas luego se levantó
para pelear con Diego Centeno. Entretanto llega–
ron otros al socorro de Diego Centeno, y rindieron
a Pedro Maldonado y le desarmaron, y siguieron
su victoria, que ya la gente de Antonio de Robles
unos se habían huído de su escuadrón y los más
se habían pasado al Rey. Y así no acaeció en aquel
trance otro hecho notable que contar, sino el de
Pedro Maldonado y del capitán Diego Centeno,
a los cuales yo conocí, y no se derramó aquella
noche otra gota de sangre sino la de aquel
famoso varón.
[...]No hubo más pelea aquella no–
che que la de Pedro Maldonado y del
capitán Diego Centeno, aunque los
autores dicen que la hubo, con
muertos y heridos; pero fueron
engañados por los relatores, y
yo lo vi casi por vista de ojos,
porque dentro de seis días
vine a la ciudad con mi tío
Juan de Vargas y con el capitán
Rodrigo de Pantoja y otros nueve
españoles que estaban treinta leguas
del Cozco en un repartimiento de in–
dios, y toda la familia de mi padre,
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