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Libro Quinto

Capítulo XIX

La batalla de Huarina

y

el ardid de guerra del maese de

campo Carvajal, y los sucesos particulares de Gonzalo

Pizarro

y

de otros famosos caballeros

L

os oos

ouE IBAN

más cerca de Gonzalo Pizarro le iban

dando grandes estocadas por los costados; mas como

iba bien armado no le ofendieron. El Miguel de Vergara

iba dando grandes voces, diciendo: «¡Mío es el traidor de

Pizarra! ¡Mío es el traidor de Pizarra!» Desta manera iban

todos cuatro corriendo al escuadrón de infantería. El caba–

llo de Gonzalo Silvestre era el que más ofendía a Gonzalo

Pizarra, porque, con la priesa que su dueño le daba, llevaba

la barba puesta sobre las caderas del caballo de Gonzalo

Pizarro

y

no le dejaba correr;

y

como él lo sintiese, volvió el

cuerpo con una hacha de armas de asta corta, que llevaba

colgada de la muñeca de la mano derecha,

y

con ella dió

tres golpes al caballo: los dos fueron en los hocicos, que

se los cortó hasta los dientes por el un lado

y

el otro de

las ventanas,

y

el tercero fue encima de la cuenca del ojo

derecho,

y

le rompió el casco, aunque no le quebró el ojo;

y

esto iba haciendo Gonzalo Pizarra con un desenfado y una

desenvoltura como si fuera en un juego de cañas. Así se lo

oí al mismo Gonzalo Silvestre, que contaba muchas veces

este paso de aquella batalla,

y

sin él a otros muchos de los

que se hallaron en

ella. Desta manera

llegaron todos cua–

tro al escuadrón de

la infantería.