Libro Quinto
Capítulo XLIII
Cómo degollaron a Gonzalo Pizarro. La limosna que
pidió a la hora de su muerte,
y
algo de su conclusión
y
buenas partes
F
UE GONZALO PIZARRO GENTILHOMBRE de cuerpo, de
muy buen rostro, de próspera salud, gran su–
fridor de trabajos, como por la historia se habrá
visto. Lindo hombre de a caballo, de ambas sillas;
diestro arcabucero y ballestero, con un arco de
bodoques pintaba lo que quería en la pared. Fué
la mejor lanza que ha pasado al Nuevo Mundo,
según conclusión de todos los que hablaban de
los hombres famosos que a él han ido.
Precióse de buenos caballos, y los tuvo bonísi–
mos. Al principio de la conquista del Perú tuvo dos
castaños: el uno llamaron el Villano, porque no era
de tan buen talle, pero bonísimo de obra; al otro
llamaron el Zainillo; hablando dél un día en conver–
sación los caballeros de aquel tiempo, a uno dellos,
que había sido camarada de Gonzalo Pizarra, le oí
estas palabras: «Cuando Gonzalo Pizarra, que haya
gloria, se veía en su Zainillo, no hacía más caso de
escuadrones de indios que si fueran de moscas».
Fue de ánimo noble y claro y limpio, ajeno de ma–
licias, sin cautelas ni dobleces; hombre de verdad,
muy confiado de sus amigos o de los que pensaba
que lo eran, que fue lo que le destruyó. Y por ser
ajeno de astucias, maldades y engaños, dicen los
70