De allí fué a pie hasta su posada, a las casas que
fueron de su teniente y maese de campo Alonso de
Toro, calle en medio del convento mercenario. Yo
entré en la ciudad con ellos, que el día antes había
salido a recebir a mi padre hasta Quespicancha, tres
leguas del Cozco. Parte del camino fuí a pie, y parte
me llevaron dos indios a cuestas, remudándose a
veces. Para la vuelta me dieron un caballo y quien
lo llevase de diestro, y vi todo lo que he dicho, y pu–
diera asimismo decir en cuáles casas se aposenta–
ron los capitanes cada uno de por sí, que los conocí
todos, y me acuerdo de las casas, con haber casi
sesenta años que pasó lo que vamos escribiendo,
porque la memoria guarda mejor lo que vió en su
niñez que lo que pasa en su edad mayor.