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dividido en tres personajes, «uno definido por el tiempo,

otro por sus fantasmas, un tercero por el libre albedrío». El

trabajo recorre los años de infancia, de adolescencia. Un

capítulo decisivo, el VI, está consagrado a los nombres y su

destino. En el oficio de escribir (capítulo IX) dice «Garcilaso

fue adquiriendo lenta y laboriosamente las herramientas de

su oficio». Al final, «novela familiar, mito individual, utopía

del nuevo mundo», su trabajo va más allá de los límites de la

historia, recordando a Durand, Max Hernández insiste que

el propio investigador descubre sus carencias. Garcilaso no

se agota en la cronología de sus libros, «complicada, enga–

ñosa», (cita a Durand) ni en los asuntos lingüísticos. Ni en el

psicoanálisis. Él mismo, Hernández, confiesa que ese libro

fue un autoanálisis.

La identidad en conflicto, el territorio de las mezclas, es el

último capítulo de

Memoria del bien perdido

y el prefacio ines–

perado a otras indagaciones. En el

2005

aparece el trabajo de

Mercedes López-Baralt,

Para decir al otro. El estatuto ficcional

del narrador-testigo,

su estrategia discursiva conducen a otro

sujeto de investigación. Al problema de la representación del

sujeto postcolonial. Signo de esa otra manera de abordarlos

son los estudios de Rolena Adorno, sobre

Crónicas, culturas

criollas

y

poscolonia/idad

(1996).

Es la hora de los

Asedios a Ja

Heterogeneidad cultural,

el título de un libro colectivo, com–

pilado por José A. Mazzotti, junto con Juan Zevallos-Aguilar

(1996).

El mismo Mazzotti, poeta y profesor radicado en los

Estados Unidos, publica otro libro, en Lima, pero editado

por el Fondo de Cultura Económica que es mexicano,

Coros

mestizos del Inca Garcilaso,

(1996).

La postura de Mazzotti

es muy clara . Los estudios sobre heterogeneidad cultural

no vienen a añadir sentido a los estudios anteriores, sino

a romper el paradigma del Inca como modelo perfecto de

peruano ideal. «Resulta aberrante hablar de Garcilaso como

de un adelantado de la nacionalidad peruana» sostiene en

entrevista hecha po r Paolo de Lima. Señala, en cambio, su

regi ona lismo ari st ocrático de ra íz cusqueña, su recepción

de la historia que es la de un hombre de la élite cusqueña;

su idealización del pasado incaico; su modelamiento de los

incas como gobernantes, dentro de

La Philosophia Christiana,

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