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Bernand. El parangón entre moriscos vencidos e indios pa–

ganos es evidente. Algo más, parte de la burocracia real,

gente como Pedro de la Gasea presidente de la Audiencia de

Lima, el enviado de Carlos V que había combatido a Gonzalo

Pizarra cuando su rebelión, había sido enviada a Valencia. Así,

cuando el complot de los mestizos en Perú había sido venci–

do, Felipe 11 pone en marcha un decreto contra los moriscos.

Los decretos eran redactados en

aljamiado,

es decir, castella–

no transcrito a letras árabes. Lo de la sierra de las Alpujarras

no fue broma. El propio Felipe 11 se instala en Córdoba para

seguir de cerca la campaña de su medio-hermano, Juan

de Austria, bajo cuyo mando combate el joven Garcilaso,

en un escuadrón de caballería. Y la pregunta surge sola,

dolorosa ¿qué hace el mestizo Garcilaso, dejando Montilla,

para combatir esos moriscos, él, el mestizo de América? ¿No

eran acaso esos mismos rebeldes otras víctimas del mismo

orden imperial de los Austria que en el Cusco aplastaba a

los rebeldes mestizos?

En el texto de Bernand se hila, en filigrana, ese mundo

complejo de renegados, hidalgos pobres, de armas y com–

bates donde el cusqueño navegó como pudo. La profesora

Bernand, desde su silla de la Sorbona, no tiene empacho

en recordar el hijo que tuvo Garcilaso en Beatriz de Vega,

«una sirvienta en la casona de los Vargas». Ni que el mestizo

real, Gómez Suárez de Figueroa se trae de las Alpujarras

«una esclava blanca, comprada a su amigo Silvestre», de–

dicado al modesto tráfico de bellezas turcas. ¿Habla mal

la catedrática de nuestro Garcilaso? Habla de que fue un

hombre de su tiempo, con los esplendores y miserias de la

condición humana. Pero su juicio definitivo debe darnos a

pensar. Garcilaso será «el mestizo que no reniega de sus dos

linajes, que los asume», añade brillantemente, desde una silla

de la Sorbonne. El segundo trabajo de Carmen Bernand es

sobre

Un Inca platónico

(2005).

Y se abre con esta sencilla y

enorme pregunta: «¿por qué un gobierno teocrático como

el de los Incas, radicalmente distinto en sus fundamentos

a la sociedad europea, ha permitido pensar en términos

políticos?». No habla de nosotros, habla de ellos. De cómo

la narra ti va garcilacista ha tenido la eficacia simbólica de

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