inspirar a Campanella y su
Ciudad del sol,
a Rousseau, a la
modernidad de los europeos.
En resumidas cuentas, renacentista, providencialista o
platónico, este solo enunciado de escuelas filosóficas en el
amanecer de la modernidad -y poco cuenta entonces si
intentaba refutar a Gómara- es intentar ensayar otra cosa:
la reglobalización de
Los Comentarios Reales.
¿No ha dicho
Croce que toda historia es una historia contemporánea?
Vivimos una mundialización del saber. Y se revierten los
términos usuales para interpretar sociedades y civilizaciones.
A tal edad, tal historia. Nada puede verse aisladamente. Para
situar esa nueva perspectiva (y como decía José Ortega y
Gasset, todo es cuestión de perspectiva) es preciso algunas
puntualizaciones. La primera, hasta el siglo XVI, hasta los
grandes descubrimientos, la humanidad no pudo estable–
cer una idea común. Pero a partir de
1492
el mundo deja de
ser un amasijo de civilizaciones y culturas. Desde entonces,
desde el XVI, hay un continuo proceso de roces, conquis–
tas, prestaciones y contraprestaciones, que no ha cesado.
Vivimos acaso por vez primera, una historia mundial, la de
todos los hombres, lo dijo Octavio Paz.
La segunda idea es la que llamaré el principio Bourricaud.
Sostenía -aquel profesor que nos conoció y describió de
manera tan inteligente, humana e irónica- que toda socie–
dad por más hermética e introvertida que parezca, en todas
existe, clara o no, la idea de lo universal.
1
º
Y en ese sentido,
en algún momento, se tornan modernas. Si esto es así, no
podemos resistirnos a una nueva lectura del Inca. De acuerdo
con nuestro tiempo de globalización masiva. Hemos visto
cómo lucha por su reconocimiento. Su paradoja es que a
través de la adquisición de la cultura de los dominadores es
como se emancipa. ¿No es acaso su castellano el del Siglo de
oro español? Por lo demás, es un precursor. Quiero decir, que
en esa mañana del mundo moderno, es sujeto transnacional,
como ocurrirá con otros en los siglos venideros (Olavide, Pra–
da). Es escritor y pensador de «identidades múltiples», esas
que ahora, en nuestro días, resultan cada vez más frecuentes.
No podemos por eso seguir encerrándolo en concepciones
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