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ajenas, un poco como el Inca del XVI. En este segundo tramo,

el interés proviene del campo de la lingüística, por la cons–

trucción de la prosa; de la antropología, del psicoanálisis, y

de la vida actual por aquello de los conflictos interculturales

de nuestros días.

l.

Los garcilacistas clásicos

El siglo XIX, en su postrimería, no entendió a

Los Comentarios

Reales.

Las grandes rectificaciones se inician con los trabajos

de José de la Riva Agüero. Se le había concedido, anterior–

mente, un valor literario. Es el punto de vista de Marcelino

Menéndez y Pelayo, «hijo de un conquistador de ilustre li–

naje montañés, célebre en armas y en letras, y de una india

principal, sobrina de Huayna Capac, fue un gran prosista»

(Madrid,

1894).

Es una buena nota, pero en literatura, «siendo

escaso y nulo el caudal literario de la colonia, es verdad que

no produjo ningún poeta, pero sí un prosista de primer or–

den». Este juicio, que es elogio y a la vez vituperio, lo repiten

varios autores peruanos, pero claro, de manera asordinada,

el poeta Alberto Ureta, entre muchos otros. «Naturalidad,

pureza, gallardía y estilo», Javier Prado

(1918).

Garcilaso poeta,

dice Mariano lberico, «poeta del alma incaica»

(1939).

En fin,

Ventura García Calderón trata a sus crónicas por «el entusias–

mo sin jactancia, la curiosidad por la anécdota pintoresca

y precisa, la amenidad», como una «epopeya en prosa», lo

que imaginó y difundió Cervantes, dice, «la lleva a cabo un

indio del Perú»

(1925).

Esa tendencia, que da y quita a la vez,

se continuará hasta bien entrado el siglo XX. Brillante trampa

la de la limeñidad, la sobrevaluación del narrador mestizo

para soslayar al indio historiador.

Y, sin embargo, desde inicios del siglo, José de la Riva

Agüero, establece al lado de la calidad del relato, los varios

y sorprendentes valores que se dan en su obra y en el per–

sonaje mismo. La cita merece que sea extensa «Garcilaso

no es solo el primero de nuestros prosistas en tiempo y ca–

lidad, sino la personificación más alta y acabada de la índole

literaria del Perú, que logró desde el principio, en este su

primogénito, un admirable y fidelísimo intérprete, y que ha

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