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rición. Garcilaso, ora historiador lnka, ora mestizo, indio,
criollo, renacentista, ora por la necesidad en algunos de
denegarlo, portador de una versión imperial y dominante,
ora esperanzadora, un «imperio socialista». Pero siempre,
retomado o rechazado, bendecido o sospechado, reliquia
o novedad, siempre como referente, por razones propias a
nuestro devenir intelectual y político. A veces, en torno suyo,
se arman querellas loca listas, a lo sumo de un tipo de saber
especializado, con visos de disputas departamentalistas de
universitarios entre sí, y algo tienen de eso. Pero más allá de
intenciones a menudo profesora les, pueda que con Garcilaso
vayamos, pese a todo, de lo particular a lo universal.
Preocupaciones mayores, suerte de metahistoria, no le
faltaban. En la Europa en la que habita, Tomás Moro ya ha
escrito su
Utopía,
y Garcilaso, pensador, es del tiempo de
Montaigne, no hay que perder esa coetaneidad de vista.
Por lo demás, ninguna polémica histórica, en días del Re–
nacimiento, deja de ser un saber político. ¿Así, pues, qué
significa que su obra personal sea la defensa de los Incas
civilizados antes de los cuales solamente hubo barbarie y
behetría, versión que le han corregido, en nuestros días,
diversas investigaciones? ¿Mero alegato presentista debido
a sus intereses dinásticos de demandante despechado o
inclusión en un discurso mayor, de filosofía de la historia, de
teleología agustiniana? ¿Y no es cierto que el Inca historiador
insiste, como lo señala Pierre Duviols, en situar a los Incas
como instrumentos del Dios cristiano? Aun así, ¿no estaremos
encerrando a Garcilaso en las teodiceas y polémicas de su
tiempo? Yde nuevo, ¿por qué su constante retorno? ¿No será
acaso que Garcilaso, más allá de lo dicho, toca algún aspecto
tan evidente y a la vez tan universal, que trasciende su uso
como fuente histórica o su destino mismo de escritor que no
regresa más al Cusca de su infancia, lo que secretamente nos
conmueve? Hablemos claro, hagámonos la pregunta digna
de esta ocasión del IV Centenario. ¿Por qué lo sentimos tan
cercano, tan actual, tan contemporáneo?
De las interrogaciones anteriores, acaso la más sencilla de
responder sea aquella que concierne a las relecturas de la
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