opiniones se sostienen hoy por lo general
escondiéndose
en
el.
a nonimato.
Es
claro
que podría citarse
con
facilidad ejem–
plos semejantes relativos a los negros,
chinos, japoneses,
etc.
Ciertamente
un racismo
tan
brn–
talmence
abierto
no existe
más
en
el
Pení
de hoy y
ete heclto
es saludado por algunos
intelectuales
como
im
avance decisivo
en
el proceso de
construcción de
una sociedad
consistentemente
demo-crática.
Pero
es
una triste
ilusión creer
que porque
no
se
habla
más
del
tema
el probleina se ha
solucionado. Circunsran-cias críticas, como
las
de la crisis social y la
violencia
política
que nos envuelven, suelen hacer emerger
aquello que ha sido expulsado del
territorio
de l
1eng1rnje,
y
en momentos
parti–
culannente
críticos
-como aconteció, por
ejemplo, cuando se descubrió que los
victimarios
de nueve periodistas
en
Uchuraccay
eran indígenas-
el racismo
vuelve a ser
violentamente
verba/izado. Pero
es
erróneo creer
que son las circunstancias
las
que generan
d
racismo: él
siempre
estu o
allí;
la
ocasión
simplemente produce
su expresión, no lo crea. Pensar, por eso,
que
invitar
a hablar del racismo es
propugnar una
guerra
de
exterminio
racia~
como lo ha formulado algún intelectual, es
un disparate.
La
mejor manera de evitar
una tragedia es afron car los problemas que
podrían desencadenarla, y negarlos es
un
camino seguro para atraer
las
desgracias
que se quieren
conjurar. El
Hecho mismo
de que se viva
la
fantasía de que hablar
sobre
un
problema cuya
existencia
se
niega
pudiera ocasionar una guerra de
exterminio
delata cuánto hay de
negación
y
temor.
Pero negar
el
problema, o evitarlo a través
dei
silencio,
es
una
falsa alternativa que
cierra
el
camino a
las
verdaderas
solu–
ciones.
E
impos ible olucionar un
problema i no e reconoce previamente
que este existe.
pp. 126-127
MANRIQUE,
EL ON. La
piel
y
la
pluma
Lima, SUR Casa
de
Es1ttdios del
ocialisrno
-y
CentTO
de
lnfonne
Desarrollo
Integral
de
Autogesrión CIDIAG, 1999.
1
_J
60
hablaban, no d ecía n lo que pe n aban. No o tro
iempre
fuimos autocrítico y aprendimo a asumirlo.
Ya
endero estaba pre ente en nue tra
ida. También nos
habiamo encontrado al MRTA en una función en la selva,
empezamo a conver ar, y no decían lo mi mo, que habíamo
inventado una ilusión del mundo popular, que e o no era lo
que el pueblo ufría , que estábamo creando toda una mitología
del mundo popular. Yo les decía: «Nosotro hemo
ivido e o,
o rnes hijos de la orga ni zación, de la o lidaridad cotidiana , y
en e o no hemo formado. Para mí, ser militante no era tener
un compromi o, yo oy un compromi o, que e di tinto..
Nue tras bro ncas, nuestra discusio nes de e o año de recorrer
el país giraban en tomo a eso. Lo campes ino no miraban y
nosotro no podíamos creer que hubiera ta nta pobreza, veía
que en algún momento iba a haber algo, como hay ahora las
condiciones para que e to revi ente. Enco ntramo gente que
tomaba el agua ucia de la acequia . Eso lo vi hace veinte año
en la elva del Perú , y hace do me es fui a Barranca y lo volví a
encontrar, gente que tomaba el agua negra .
La
pobreza e tá
ah í, la miseria
igue
iendo parte de lo cotidiano.
enti mo
la violencia más fuerte una ez terminando una
funció n d
Diálogo
entre
zorros,
en la urbanización
La
Delicia ,
en Chorrillo .
o otro u ábamo la bandera de la Comunidad
Urbana Autoge tionaria de Villa El Sal ado r (Cua
), que era
roja, con una rueda d ntada, un fu
il
y una lampa cruzada.
Estábamo ha iendo la función y vi que bajaban policía . Ya en
la obra habíamo hecho una crítica fuerte a la Policía en dos
escena : en la inva ión, y en otra que era una burla directa.
La
Policía estaba empezando a entrar a la función, justo en la e cena
fina l en que d plegábamo la bandera , y le dije a uno de lo
actore , Rafael Virhuez, que no entrara. «Métete entre el público
y quédate ahí, por i aca o•, le dije. Dicho y hecho, termina la
función y no caen como cincuenta policía .
o
llevan a la
comisaría de
La
Delicia con toda nue tra co a , y el que dirigía
todo el a unto estaba convencido de que había capturado una
cé lula completa de
endero Lum inoso. Para él, era un gran
triunfo, llamó a la pren a.
aliendo de la comí aria,
ino una
reporte ra de canal 2 y no dice:
«Ü
tecle
on de
endero
Luminoso•, y yo le digo: « o eas bruta pe' hijita, en e te paí
por tener una bandera roja ya er
de endero Lumino o. Ahora
por leer
La
caperucita roja
a eres de ender . Esto e un abu o,
no otros orno un grupo de teatro, estamo c ntra la
i lencia»,
le dije rápido , porque nos met ieron a cabezazo al ca rro.
o otro
tábamo
en tado con nuestra bandera, y le decía al
tembo: •Esta e
la bandera de Villa El
al ador•, per él decía:
•No, e
la bandera de en !ero, tiene el
ímbolo amarillo». •Es
una rueda dentada», le decía o. • o, es una hoz y un martillo,
y tienen uniformes militare •, decía él, porque 1
u ábamo
como disfraces. .Ademá , yo he vi to la obra», me decía. Hacerno
entender en e e momento que e taba tan emocionado era
impo ible, así que no pa ar n a
eguridad del Estado.
Co
UIO LO CHOLO EN EL P ERÚ