no, me metí con todo . Canté, aprendí poesía. Fumé mari–
huana, me emborraché, todo, todo, todo.
Cuando estaba entrando al tercer año del TUC, a esinan en
una gran bronca a un chico de 15 años, lván Elía Moreno, un
amigo de mi hermano. Venir desde Villa El Salvador al ho pita!
Dos de Mayo era toda una aventura, y no lo recibieron, a í que
se paseó por toda la ciudad y murió por fa lta de atención médica.
El entierro fue una co a aluci nante. El estad io de Villa lleva su
nombre.
La
venganza fue que toda esta gente que lo rodeaba,
que fueron mis alumno d catequesi familiar, habían formado
una pandilla y taban peleándo e a muerte.
La
parroquia ,
Comunicación, todo el mundo e juntó en una gran convención
juvenil, para ver qué hacíamos obre e te tema.
Es ahí cuando decido dar un taller de expre ión corporal
como ap rte para que los jóvene puedan hacer algo con su
agresividad. Rompía n bolsa , caja . Y empezamos a crear una
obra de teatro sob re el tema de la violencia. Cuando hacíamos
el tall er, e reunía una gente del Centro de Comunicación
Popular. Yo no quería saber nada con ellos, pero en ese grupo
conozco a Cé ar Escuza. Me acerco a Cé ar porque le hablaba
de Stanisla ki y me hacía la conver ación. H ablábamo horas
de horas sobre teatro. Finalmente, César me invita a que
integremo el taller que él estaba dirigiendo y mi taller corporal.
Esto e hace a fine de 1984, y ha emos una primera obra que
e llama
Las
velas,
la
sangre
y
la
gente, dond uno de los actores
muere en la playa y se ahoga. Esta experiencia e con ertiría en
Vichama Teatro.
Luego e cuchamo una conferencia de lo Yuyachkani obre
creaci ón colectiva, y empezamo a experimentar. C reamo
Diálogo
encre
zorros,
una obra que cuenta la historia de Villa El
alvador en diez cuadros: va contando la in a ión, la llegada
de la gente, la organización, la creació n de la e cuela. E .ta
obra e hace emblemática en el teatro popular en el Perú ,
porque es ademá de mucha calidad. Ahí dejo el TUC y regre o
al barrio completamente. Hicimo funcione po r todos lado ,
y fuimo a la Mue tra Nacional de Teatro en C u co, en 1985 .
Me acuerdo que el día de la función e taban los Yuyachkani
sentados, y cuando terminamo había gente que no abrazaba
llora nd . Yuyachkani e una experiencia que urge d e la
pequeña burgue ía ha ia el mundo popular. Nosotro éramos
e l mundo popular, migrante, que irrumpe en la dinámica
teatral.
ue tro compromi o e reafirm · a tra és del teatro.
Hacíamo funci ne toda la noche en tod
1
barrio , y
también en ca i toda la ciudades del paí . En e a funcione
no encontramo con endero Lumino o, en una presentación
en la cárcel de mujere de Chorrillo . E tábamo
ntado
haciend o la funci ó n, y delante de noso tros e taba Sibila
Arredondo, la viuda de Argueda , y otra mujere má . Cuando
terminó la función, una d e ella no dijo: «U tecles so n
re isionista
».
Fue una conver ación mu impática. Ella n
VISIONES DE LA MODERNIDAD DESDE LO CHOLO
LA
PIEL Y
LA
PLUMA
Nel on Manrique
•Prólogo a
EL racismo.
La
cuestión
del
otro
(y
de uno)•
En
el Perú de los
noventa
pesa
también
un
evidente
tabú
en torno
al
tema
del racismo; inclusive su
existencia
misma es discutida, aunque puedan
aducirse múltiples
evidencias
que
demuestran su
vigencia cotidiana.
Ese
solo hecho debiera
alertamos
sobre el
hecho de que algo importante se
esconde
tras
de Las represiones sociales que así
se
evidencian. En
una
reciente
publi–
cación,
que recoge Los
testimonios
de
un
co ncurso
donde
se
invitaba
a los
participantes
a hablar de sus expe–
riencias
sobre el racismo, el grueso de
las
historias presentadas
están
venidas
en tercera
persona :
«A una per o na
que yo conozco...
».
Se
trata
de
un tema
que
coca
fibras muy sensibles, y cuando
lo cocamos solemos movernos
entre
el
temor
de herir
o
ser heridos; de allí que
sea mejor hablar de él
en
forma
im–
personal. Pero las resistencias a cocar el
tema se encuentran
no
solo
entre
las
personas comunes y
corrientes;
ellas
tienen también un
sorprendente vigor
entre
los intelectuales preocupados por
la
comprensión
de La sociedad y su
transformación.
Hablar del racismo moviliza
sen–
timientos
negativos, que van desde
la
incomodidad y las actitudes evasivas
hasta la agresión abierta. Pero
no
siempre fue así:
un
siglo atrás y durante
las primeras décadas del presente siglo
el racismo gozaba de carta de ciuda-
'
danía . Autores
como
Alejandro
O .
Deustua podían descalificar al
indio,
argumentando «científicamente»
su
inferioridad biológica
innata,
y a
nivel
coloquial era
corriente
La
afirmación,
habitual por
otra
parre hasta
no
hace
macho, de que para que el país saliera
adelante debería matarse a
todos
los
indios. Pero es ca tampoco es del
codo
historia
antig1ta :
todavía es posible
• encontrar
grabadas
en
las carpetas de
l
1mi
ersidades particulares Lime1ias la
expres iva
consigna
de «i Haga patria,
I
mate un
cholo!•, lo mievo es que es tas
(~
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