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un m ntó n de gente trata ndo d pa ar un puente que no

iba

a llevar a una vida mejor, y algui en

ló el pu nte. Todo caí mo

al agua, alguno muriero n, otros e regre ar n, y otro cruzaron ,

pero cad a uno cru zó por u cue nta. Nunca h emo podido

vol er a tener un camino común

o lecti

. Nunca má .

Ya había d finido mi po ición frente a

en<lero, p ro con

el a e inato a María Elena era una cosa tan ob ia que endero

estaba loco, qué e podía pen ar de gente que e tá a esinando.

Regre amo a

ivir a Montreal otra vez, y luego regre amo al

Perú , e ta vez a Arequipa. Pa é ahí cinco año , fu e para mí el

lugar do nde e meneé d e nuevo. Ahí mpiezo a e cribir mi

primer libro de poe ía, Canciones

para despertar a los muertos,

y

comienzo a e tructurar mi meted logia del teatro. Empiezo a

dictar tallere

o lo, y a in estiga r.

En e a dinámica, empecé escribiendo mi

textos de teatro.

El primer texto que hice,

Los olvidados

trata de un loco que

e tá cayendo en un poz , y que cuenta que la locura e

igual,

mientras a cay ndo te va arrancando pedazo de piel, ha ta

qu e caes, y c u ando e tá

e n e l fo nd o e tá

to ta lm e nte

de ga rrado. El per o naje

a explicando e o en una ob ra de

teatro que hi ce a final e de 1996. E e fu e mi primer encuentro

con el tema de la soledad del acto r, porque cuando e tás en

un grupo no abe cuál e tu apo rte al co lecti o. Mi gran lucha

todo e tos año ha

id

no diluirme en un colectivo.

Me di la tarea de pa ar mi cuaderno de trabajo a la

computadora, porque ademá

tenía una cri i per ona l muy

fuerte. Estaba terminando la relación con Diana, mi e po a, y

ademá e taba en Arequipa, que no tenía nada que ver con

Villa El

al ador. Yo hab ía cambiado mucho en Canadá, y el

paí había cambi ado tota lmente. Cuando r gre é al paí no

me ubiqué, había dejado de er el Miguel de Villa El

al ado r,

y nunca más vo l í a erlo.

oy Miguel aho ra, el escri tor, actor

y directo r, de o rigen y au la Villa El

alvado r, que iempre está

en contacto con e a ciudad, pero ya no oy má e e Miguel

que vi ía en el barrio.

Fue una cri i

interior muy fuerte, no me daba cuenta de

que es taba viviend

en en

1 •

uando regre o a Montreal en

2001,

me pongo a e cribir, porqu no tenía o tra manera de

expre arme. Me doy cuenta de que quería conta r mi propia

hi toria, pero también o tras co a que e podían ir recuperando.

Ll o rab a escribiendo, y ve nía un ami go y m e decía :

«Compad rito, tranquilo, cálme e, una copa de vi no, déje e

de

cribir, álga e de ahí,.. Me acaba

y

me lle aba a hacer un

reco rrido de ba re . Con er ar

iempre ha

ido para mí una

forma de ordenarme.

Vo l

í

o tra vez a Arequipa. Me ca é de nue o, con Katherina,

una arequi peña, y nació mi hija I abel en

2002.

uand

I abel

e taba recién nacida hab ía que darle

el

bib rón a la cinco de

la ma ñana todo

lo día . Empezamo a turnarno con mi

e po a, que aba nd nó la tarea porque e taba muy can ada. Y

me aco tumbré a le anta rme a la cuatro de la mañana, a

V ISIONES DE LA MODERNIDAD DESDE LO CHOLO

vivido,

y

ellos no sabían los nombres en la

lengua del Perú, nombrábanlas con los

vocablos que de las tales cosas

traían

aprendidos,

y

esto

se ha conseroado de tal

manera, que los mismos indios del Perú,

mando hablan con los crisrianos nombran

'

estas cosas generales por los vocablos que

han

oído

de ellos, como al

caciq ue

que

ellos llamaban

curaca,

nunca le nombran

sino

caciqua,

y

aquel su pan de que está

dicho,

le llama

maíz,

con nombrarse en

m

lengua

zara;

y

al vrebaje llaman

chicha,

y

en su lengua

ázua ;

y

así de otras muchas

coas.»

pp. 168-170

PAZ

SOLDÁN Y UNANUE, PEDRO

(JUAN DE

ARONA). Dicciona rio de

peruani mos. En ayo fi lo lógico.

Lima,

Librería Francesa Ciencífica

y ].

Gallard,

1884.

_,

Decalle de Sarica

Colonia.

Imagen cedida por

Gustavo

Buncinx intervenida

por

BNP.

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