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P R E L I M I NA R. .

~r

·

5

A este fin debiera empezar el diccionario con las palabras arabi.gas.

Aquella falta se podrá suplir mas adelante

y

en volumen separado con

un onomasticon

arabico-hispano

al modo dél de Meninski. (

2

5)

· 6 En tal caso convendría omitir las frases

y

locuciones, reduciendole á

la simple lista ó nomenclatura de las voces arabes

co~

las corresponden–

cias españolas

y

latinas.

· 7

La lengua arabe de .dos siglos

á

esta parte se ha cultivado en Euro–

pa con exquisita exactitud

y

diligencia ; habiendose publicado tambien .

foera de España muchos diccionarios que se han tenido presentes para

la formacion de este.

·

· '

.

.

.

8

Aquellos diccionarios por lo comun se han tomado de dos fuentes-:

conviene á saber de los onomásticos arabes escritos en el propio

idioma~.

ó entresacando las voces de los autores arabes de mejor nota.

9

El presente no pertenece á aquella clase,

y

sirve para los que de–

sean aprender la lengua arabiga

y

la puntual correspondencia de sus pa-

labras con las voces españolas.

,

10

Empiezan los diccionarios de que se

á

dar noticia por las voces

arabigas,

y

facilitan la traduccion de los libros manuscritos ó impresos,

memorias ó cartas escritas en aquel idioma.

·

1 1

Y

a desde el Concilio general Vienense en el Pontificado de Cle–

mente V, promoviendolo con especialidad los españoles , se encargó el

estudio de la lengua arabe

y

otras orientales

á

las Universidades litera–

rias para consultar las fuentes de las sagrada§ escrituras)

y

acudir con

ellas á la inteligencia del texto hebreo, cuya pronunciacion

y

lectura.

no puede hacersé familiar al que ignore los elementos

y

pronunciacion

de la lengua arabe

á

pesar del mayor estudio.

.

1 2

Los viages .hech9s á

J

erusalen

y

las Cruzadas aumentaron la ne–

cesidad de entender y cultivar la lengua arabiga, usual en todas las par–

tes orientales de la Siria

y

de Egypto. En aquellos tiempos los españoles

y otras naciones occidentales freqüenqban ya por causa del comercio de

Alexandria las escalas de Levante, (

2

6)

igualmente que los moros del reyno

de Granada desde

el

puerto de Alme.ría, (

2

7)

en el qua! residían consules de

onwium Mss. quos arabice ab auctoribus mag·

nam partem Arabico-hispanis compositos Bi–

bliorheca Coeno/Jii E scuria/erisis complectifur.

. No es ocasion la presente de recomendar–

las preciosidades que además contiene la Biblio–

teca de S. Lorenzo. De sus codices griegos es–

tá formando un· prolixó y menudo.catalogo y

extracto el Maestro Fr. Juan de Cuenca mon:

ge de aquel Real Monasterio é jndividuo de la

Academia de la Historia, que concluido ilustra–

rá con la noticia de obras inéditas la republica

literaria, y contribuirá

á

mejorar las obras pu–

blicadas.

(25) Vease lo que se refiere en

el

11.

z4

de esta

Seccion.

(

z6)

De este tr..tico , ademas de lo que re-

va-

fieren nuestras historias , dan, testimonio co)ls,

tante los

atztiguos tratados de paz y alianza

entre algiinos R eyes de Aragon y diferentes

Rrincipes i7!fieles de Asia y A/rica desde el

siglo XIII hasta . el XV

publicados por

P.

Antonio Capmany en un quaderno en 4.° año

de 1786. Los Reyes de Castilla hicieron ram·

bien desde D. Alonso X trarados de paz y

alianza con los Reyes de Fez

y

Marruecos para

mantener

el

comercio reciproco y maririmo por

la cercania de ambos Estados.

(27) .

La ciudad de Almerí.i\ tuvo lama–

yor celebridad mientras la domflaron los 'mo–

ros por la fertilidad de su suelo , por sus manu–

facturas , por

el

trafico que de ellas y de sus

frutos se hacia

á

paises estrangeros,

y

por elgran

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