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mirando de frente á sus asesinos, con altivez patriótica

·y

un

desden infinito: sucumbiendo bajo una traicion, pero no ven–

cido ni humillado.

Sus infortunados compañeros hicieron gala de morir con

heroísmo, disputándose todos la primacía de la muerte. El

Comandante Braga, uno de los tipos mas caballerescos de

aquella época, despues de haber sido ejecutado el General

Gomez y preguntado cual de ellos era mayor:-Aquí

no hay

ningun Mayor,

les contestó;

f> ero si mandan asesinar segun la

graduacion, ahora m e toca

á

mí, pues soy Teniente Coronel.

Mientras esto sucedía, en la ciudad que habia quedado

completamente en ruinas, imperaba el saqueo y la matanza.

Sin embargo, sea dicho en honor de la verdad, algunos je–

fes brasileros y muchos orientales recorren las calles impi–

diendo que se mate á nadie mas. No obstante, no pueden

evitar que sean asesinados los Capitanes Pedro y Lizardo

Sierra, los Alféreces Fernandez y Brianzano y 50 ó 60 hom–

bres entre Sargentos, Cabos y Soldados.

Pero al fin logran contener las turbas de asesinos

y

son

puestos en libertad los oficiales y uno que otro jefe que

toman, quedando prisioneros los pocos soldados de la guar–

nicion. Un batallon brasilero acompaña á los primeros hasta

la ribera, batiendo marcha y haciéndoles honores, pasando

unos á la Isla Caridad, donde tienen sus deudos, y otros á

la Provincia de Entre-Ríos. Van desnudos y rendidos de can–

sancio, pues no han dormido ni comido durante tres dias;

pero todos los atienden y agasajan como si fueran sus hi–

jos, produciéndose al mismo tiempo escenas desgarradoras

entre las familias que no ven venir á los suyos. Otros ofi–

ciales que no han caído prisioneros, que han tenido la suerte

de escapar á las garras del vencedor, huyen tambien de la

ciudad, que en seguida es ocupada por aquel, di frazados

y

ocultos de diferente& maneras.

La ciudad de Paysandú quedó completamente destruida

y

saqueada; cientos de familias quedaron sin hogar y en la mi–

seria; pero el pueblo oriental, siempre noble y generoso, acudió

en seguida

á

su socorro iniciando una suscricion popular, que

dió espléndidos resultados. El gran pueblo argentino contri–

buyó tambien

á

esta suscricion y acompañó

á

sus hermanos los

orientales en el gran sentimiento patriótico que les embargaba.

Y la bandera aquella, emblema de nuestras glorias y gran-