Table of Contents Table of Contents
Previous Page  822 / 840 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 822 / 840 Next Page
Page Background

-

486

infantes, avanza hasta el puerto y toma á la bayoneta una gran

batería que habían levantado allílos brasileros, matando á unos

y dispersando ;:¡l resto.

El Capitan Pedr.o Ribero, antes de la defensa con unos cuan–

tas guardias nacionales se apodera del vapor

Villa df!l Salto

que está fuera de Paysandú y entra con él al puerto cruzando

audazmente por entre la escuadra brasilera .

· El Teniente Ramon Egúren sale una noche de la plaza acom–

pañado de varios amigos, ataca á un batallon de brasileros y

lo derrota completamente.

Belizario Estomba, Federico Aberasturi, Cárlos Larravide,

Inocencio Benitez, Silvestre Hernandez, Laudelino Cortez,

Orlando y Rafael Ribero, Rafael Pons, Rivas, Lamadrid, Bur–

gos, Garcia, Berro y otros j efes y oficiales, todos descuellan en

-valor y actos heróicos, que serian demasiado estensos para

enumerarlos en un artículo de diario.

El General Gomez, en vista de todos estos estragos, y

des~

pues de 60 horas de desigual combate, se vé en la necesidad

de enviar un parlamento al enemigo pidiéndole una tregua

para enterrar los muertos y curar á los heridos . El Coronel

Atanasildo Saldaña, prisionero de los sitiados, fué el conductor

de esta nota al ejército sitiado.r. Pero los Generales Mena

Barreto y Flores se niegan absolutamente á concederla, no

admitiendo otra cosa que la entrega de la guarnicion, salvando

la vida á su jefe.

En este intermedio, mientras se cangeaban las notas, ha–

bía cesado el fuego por ambas partes y

los sitiadores se

aproximan á las trincheras fraternizando con sus contrarios

El General Gomez, mientras tanto, encontrábase en el cuar–

tel redactando la contestacion de la nota enemiga, recha–

zando categóricamente la rendicion de la ciudad

mientras

existiera uno solo de sus defensores,

y dando órdenes á sus

subalternos para que continuasen el fuego en toda la línea.

Pero en ese mismo instante se vé sorprendido por un gru–

po de soldados brasileros que penetran de improviso en la

habitacion donde se halla escribiendo, y dos de ellos, sus

j efes, lo toman precipitadamente por los brazos, y, antes de

que volviera de su sorpresa, lo hacen su prisionero de guerra.

Esta fuerza, como otras enemigas, había penetrado en la pla–

za bajo la confianza del semi-armisticio que se habia esta-