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infantes, avanza hasta el puerto y toma á la bayoneta una gran
batería que habían levantado allílos brasileros, matando á unos
y dispersando ;:¡l resto.
El Capitan Pedr.o Ribero, antes de la defensa con unos cuan–
tas guardias nacionales se apodera del vapor
Villa df!l Salto
que está fuera de Paysandú y entra con él al puerto cruzando
audazmente por entre la escuadra brasilera .
· El Teniente Ramon Egúren sale una noche de la plaza acom–
pañado de varios amigos, ataca á un batallon de brasileros y
lo derrota completamente.
Belizario Estomba, Federico Aberasturi, Cárlos Larravide,
Inocencio Benitez, Silvestre Hernandez, Laudelino Cortez,
Orlando y Rafael Ribero, Rafael Pons, Rivas, Lamadrid, Bur–
gos, Garcia, Berro y otros j efes y oficiales, todos descuellan en
-valor y actos heróicos, que serian demasiado estensos para
enumerarlos en un artículo de diario.
El General Gomez, en vista de todos estos estragos, y
des~
pues de 60 horas de desigual combate, se vé en la necesidad
de enviar un parlamento al enemigo pidiéndole una tregua
para enterrar los muertos y curar á los heridos . El Coronel
Atanasildo Saldaña, prisionero de los sitiados, fué el conductor
de esta nota al ejército sitiado.r. Pero los Generales Mena
Barreto y Flores se niegan absolutamente á concederla, no
admitiendo otra cosa que la entrega de la guarnicion, salvando
la vida á su jefe.
En este intermedio, mientras se cangeaban las notas, ha–
bía cesado el fuego por ambas partes y
los sitiadores se
aproximan á las trincheras fraternizando con sus contrarios
El General Gomez, mientras tanto, encontrábase en el cuar–
tel redactando la contestacion de la nota enemiga, recha–
zando categóricamente la rendicion de la ciudad
mientras
existiera uno solo de sus defensores,
y dando órdenes á sus
subalternos para que continuasen el fuego en toda la línea.
Pero en ese mismo instante se vé sorprendido por un gru–
po de soldados brasileros que penetran de improviso en la
habitacion donde se halla escribiendo, y dos de ellos, sus
j efes, lo toman precipitadamente por los brazos, y, antes de
que volviera de su sorpresa, lo hacen su prisionero de guerra.
Esta fuerza, como otras enemigas, había penetrado en la pla–
za bajo la confianza del semi-armisticio que se habia esta-