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tamente las municiones; pero esto no los arredra: buscan

pólvora por todos los almacenes y con las balas que reco–

j en del enemigo fabrican cartuchos, y las cerillas de fósfo–

ros las utilizan como fulminantes, y así siguen resistiéndose

y peleando hasta con cascotes y piedras.

Pero las trincheras y los escombros de los principales edifi–

cios están llenos de cadáveres, habiendo caído hasta mujeres y

niños; ya no hay tampoco donde alojar tantos heridos ni gente

ni tiempo para curarlos; apenas alcanzan á trescientos los que

aun permanecen en pié al frente de las trincheras. El Dr. D. Vi–

cente Mongrell y otros vecinos que no han querido abandonar

la plaza, entre ellos algunas damas, sobresaliendo entre estas la

distinguida matrona Doña Rosa Rey de Gonzalez, la heroína

de Paysandú como se le llama con justicia, corren de acá para

allá, cruzándose sin temor por en medio de las balas, aten.

diendo y curando los heridos; pero no dan abasto: es impo.

sible atender á todos.

Los bravos Coroneles Lúcas Piriz, Tristan Azambuya, Emi–

lio Raña, Pedro Ribero, Felipe Argentó y otros jefes ya no

existen . Todos han muerto haciendo proezas de valor. El Coro–

nel Piriz despues de batirse con un fusil á la par de los solda–

dos, diciéndole al Alferez que manda la compañia, que lo mira

asombrado: - Adelante Alferez; no ha mandado Vd. nunca Co–

roneles?-es

herido de un balazo en el estómago; cuando el doctor

Mongrell corre solicito á curarlo:-

Doctor,

le dice,

yo no necesito

de sus auxilios; los agradezco; jJero corra Vd.

á

decirle al Ge–

n eral Goniez que el enemigo trae im ataque por este punto de

la defensa, que aquí es necesaria su presencia.

Y asi muere,

sin exhalar una queja, pensando mas que en él, en los destinos

de la ciudad heróica.

La muerte del Coronel Piriz fué doblemente sensible, pues

estaba resuelto que esa noche saldría él al frente de toda la

guarnicion y, á la desesperada, cargarían sobre el enemigo

muriendo todos en el ataque ó pasando hasta la barra de San

Francisco, donde tenían embarcaciones preparadas para va–

dear el Uruguay y desembarcar en la provincia de Entre-Rios.

Su muerte, pues, hizo fracasar el último esfuerzo de sus com-

pañeros.

Otras hazañas se habían llevado á cabo por aquellos va–

li entes.

El General Gomez, en persona, al frente de un puñado de