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Inutil proponerle cualquier medida
tendente á
restablecer
la confianza
y
á
' conservar la amistad, porque el Cónsul Baradére
todas las sometia
á
la vo.
untad del Contra·Almirante, que
retirado
comunmente en la
cámara de su
fragata,
y
sin mision acreditada para intervenir en ellas, dictaba las providen·
cías que creia oportunas para llenar sus pérfidas miras hostiles, constituyéndose
intérprete el J efe de
la escuadra francesa de los
sentimientos de
la F rancia
hácia el Gobierno Oriental:-íntérprete que no admitía discusion, no entrab a
en exámen alguno, pero que tampoco presentaba medio entre
la guerra ó la
sumision.
• Como medida de policia del puerto, desde muchos años atras establecida,
y de seguridad pública indispensable en las circunstancias
extraordinariamente
críticas en que se hallaba la Plaza de Montevideo, se habia ordenado entre
otras cosas que ningun bote atracase, sobre totlo despues de puesto el sol, á
ningun punto del recinto de la ciudad. Esta disposicion se hizo pública fijáñ .
dob en la Capitania del Puerto, y por medio del diario Universal; ella fué
puesta ademas verbalmente en conocimiento del Cónsul con mucha antelacion
mientras se le comunicaba por escrito. No se sabe si la trasmitió al Contra.
Almirante, pero
lo que es indudable
es, que
ella fué
despreciada, y que
repetidas provocaciones
á
ese respecto solo de
los botes franceses produjeron
el resultado que debia esperarse.
>
Un tiro de cañon á metralla y varios de
fusil se dispararon sobre unos
de aquellos, y por casualidad
fueron heridos
levemente uno ó dos de los
marineros.
Sus jefes habian hecho á estos infelices aierecedores de su suerte.
Al dia siguiente el Contra-Almirante rebosando en una· irritacion que el mis·
mo
!óe
habia causado, escribe al Cónsul Baradére diciéndole:
>
que él queria
>
la guerra con el Gobierno del Estado, sino se le daba un a satisfaccion so_
• lemne, pronta, inmediata S?bre el
infame asesinato
que acababa de come–
>
teroe: A
vuestra
indignacion.
decía,
enteramente
francesa, mi
querido
Cónsul dejo el graduarla, y la Mínerva está pronto para
recibiros si
creis
>
necesario retiraros.
>
>
Pero ¿que hizo en este caso el Cónsul Baradére? ¿Trató de calmar la in–
fundada cólera del Contra-Almirante? ¿Le inspiró ideas que pudiesen aquietarlo
respeto de las disposiciones que el Gobierno habia empezado á tomar. desde
que tuvo noticia de aquel desagradable suceso? · ¿Pidió explicaciones, procuró
tomar informes, obró en fin con la circunspecta
serenidad que le aconsejaba
su honrosa posicion? Nada de eso: arrebatado nécia y puerilmente, se decide
acreditar su falso entusiasmo, su
indtgnacion
enteramente fracesa,
y empe–
ñado en representar un pape°! at.nque
innoble, pero mas ruidoso que el que
representaba,
sin
informes, sin contemplacion, olvidándolo
todo, dirige al
Gobierno la escandalosa nota N• 14, en que exige cun tono descomedido que
el J efe y Oficial de la Fortaleza de San J osé sean condenados
á
muerte den–
tro de 24 horas y entregados
á
bordo de la
1lfi11erva
á disposicion del Con–
tra-Almirante. Que hubiese exigido el juicio de los autores de aquel hecho,
hubiera sido una cosa natural, pero exigir precisamente la dura condicion de
condenar á muerte á
aquellos mismos,
6 en caso
negado
su pasaporte,
y