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escuadrilla que se aprestaba en el puerto de Montevideo contra los buques
piratas la
Lota, Eufracia
y
Paüebot.
Bajo el pretesto de que el Sr. Brown
era un general enemigo, al mismo tiempo que protestaban no estar en guerra
con la República Argentina, y aparentando temores sobre las combinaciones
y
perfidias gratuitas, pues que tal nombramien to se hizo público, el Cónsul Baradére,
de acuerdo con el Co.ntra-Almirante Le Blaóc y Mr. Aimé Roger, apa1eció
haciendo las declaraciones y protestas que exprern la nota nú n. 8.
En vano
fué, á mas de la contestacion núm. 9, empeñarse el Gobierno en conferencias
verbales, en las que le manifestó la simplicidad de aquella medida, y la nece.
sidad con que era dictada; por que los Agentes de Francia estaban resueltos
á derrocar el Gobierno, y sus relaciones y
pactos con Rivera,
los hacían
obstinad::s: en vano proponerles cumpliesen su solemne compromiso de
captu–
rar la
Loba
y los otros buques piratas, porque no querian desarmar al rebel–
de Rivera, y se escudaban con una neutralidad que ellos mismos de!;mentian:
en ·1ano ofrecerles todá clase de garan tias, porque el Contra A lmiran te con tes.
taba al Cónsul de F rancia:-< Yo no admito ninguna, si los buques salen, lo
harán
á
riesgo suyo, y en el momento que esto se verifique, yo bloqueo á
Montevideo y me hago el aliado de Rivera.
>
Cuando así
se esplícaba el
Contra-Almirante, la alianza ya
estaba celebrada: en virtud de ella se in ven–
taban motivos para proteger á Rivera, privar de sus medios de
accion al
Gobierno y contribui.r activamente á su violen to descenso.
• Tan exacto es
e~to,
que reconvenido varias veces el Cónsul Baradére so–
bre las numerosas hostilidades de las fuerzas navales francesas en el puerto
de Montevideo, contestó siempre
al Ministro de Relaciones Exteriores que
<
él las sentía tanto como el Gobierno Oriental, y que, el Contra-Almirante y
>
Mr. Rogér participaban de su pena; pero que una desgraciada necesidad los
>
arrastra:,a á cometerlas, desde que ese Gobierno era naturalmente aliado del
>
Argentino, y los ponía á ellos por
lo mismo en el caso de
erlo tambien
• de Rivera.
>
>
Mas, no necesitaban decirlo, los hechos públicos fueron demasiado elo–
cuentes para persuadir de que la oposícion á la salid;; de los buques manda–
dos por el Sr. General Brown era estudiada en hostilidad combinada con
la
mas vergonzosa torpeza y perfidia contia el Gobierno Oriental.
Las presun–
ciones en que los agentes de la Francia fundaban su oposicion á la salida del
General Brown, y las que los precipitaban á acordonar
sus buque
en
el
puerto, causando de hecho un positivo bloqueo, si no eran puramente imagi.
narias, debieron ceder á las e plicaciones sinceras dPl Gobierno, que
llevaban
el sello de la buena fé por las garantias racionales y efectiva
que habia ofre–
cido; y si eran algo mas que presunciones de pura sospecha, por estar apoya–
dos en documentos auténticos y fidedignos, ¿por que no manifestarlo y decla–
rarlo? Pero protestar sentimientos de
benevolencia y buena
intencion,
al
mismo tiempo que se finge una necesidad imperiosa de hostilizar, es la mas
indigna supercheria, es lo que con tituye una negra
y consumada perfidia.
Sobre todo, ¿podían inspirar al poder de la Francia en nuestras
aguas temo1