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cion, aquel tono descomedido, aquellas exigencias se convirtieron en atentados:

y apareció una alianza entre

los Agentes Franceses y

los sublevados,

tan

inmoral, tan chocante y tan contraria

á

la circunspeccion de hombres públicos,

como indigna y ofensiva á la nacion francesa á que pertenecen.

>

Resueltos

á

hacer pagar bien cara al Gobierno

legal de aquel esfado la

neutralidad que habia adoptado en la cuestion de la República Argentina con

ellos,

á

alejar los obstáculos que oponía el

funesto progreso de sus operacio.

nes la marcha arreglada y circunspecta de un gobierno que siempre habia

sido fiel amigo de la F rancia, y á que prestase indebida cooperacion al blo·

queo y miras

avanzadas

de los Franceses, no

encontrando pretestos para

justificar sus manejos, dieron príncipio por

sujetar al gobierno á condiciones

indecorosas que, resistidas,

como era de

suponerse, dieron por

resultado e1

notable escándalo que se ha visto, de ofrecer su poder á Rivera para derrocar

la autoridad legal de aquel estado,

y humillarlo con

la infamia de que no

hay ejemplo.

>

En consecuencia del sistema

falaz que se habian propuesto seguir los

tales agentes, y dando impulso á sus

insidiosos manejos, es que, habiéndose

capturado por los buques

franceses estacionados al

frente de Buenos Aires1

algunos mercantes, con diferentes cargamentos pertenecientes á individuos de

varias naciones, no satisfechos con haberlos conducido al puerto de Montevi·

deo, y mantenídolos en él,_ como si fuese una cosa

recibida ó un derecho

establecido, resolvieron tambien el

remate público de dichas presas, dirigién–

dose el Cónsul Baradére al Colector Gdneral para que le otorgase los permi–

sos competentes, (documentos núm.

I

y

2).

• Natural era, como sucedió, que por conducto del mismo Colector llegase

al conocimíento del Gobierno solicitud no meaos absurda en sí que atenta–

toria por el modo con que habia sido conducída; debia saber el Cónsul de

Francia, que no al Colector General sino al Gobierno era á quien correspon–

dia ocurrir, ya para justificarse ó exponer los motivos que

los habian obli·

gado á llevar

aquellas presa• al puerto, ya para obtener el permiso que

intentó alcanzar del Colector.

Sin embargo, en el conflicto de las circunstan–

Cias, y para remover toda ocasion á los pretestos que tomaba el Cónsul de

Francia en perjuicio de

las amistosas relaciones que deseaba conservar el

Gobierno,

sacrificando éste el

incontestable derecho que

tenia para resistir

tan estraña y ofensiva conducta, lo

llamó anteriormente, y

se propuso en la

misma forma hacerle entender las dificultades que obstaban á sus

pretensio–

nes: pero el Cónsul de Francia, desconociendo

la moderacion del Gobierno,

y llevando adelante su propósito de romper la amistad que á

tan cara costa

se conservaba, contestó, que si no se le otorgaba

licencia para rematar en

Montevideo las presas allí conducidas, serian

trasladadas á los puertos domi·

nados por Rivera. Y esto, despues de anunciarlo con

tono descomedido

é

insolente, sucedia á la sazon que no le era ignorado hallarse cerrados aquellos

puertos al comercio estrangero, por disposiciones gubernativas dictadas en

fuerza de las circunstancias en que se hallaba el Estado Oriental.

En esta

conferencia el Cónsul de Francía dejó conocer bien claramente todo el fondo