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el adversario, fraccionase tambien la suya y poder entonces
batirla en detalle.
Pero no habiendo conseguido el objeto que se propuso
y
viéndose tenazmente perseguido por Oribe, determinó Rivera
reunir sus tropas y esperó el ataque del enemigo, frente al
Durazno, á poca distancia del Rio Yí, donde á su vez fué
vencido y tuvo que huir hasta Porongos.
Viendo despues de esta batalla el General Rivera malo–
grado su plan reaccionario, empezó á hacer la guerra de
recursos para la que era muy hábil y gracias á su conoci–
miento del pais, pudo escapar á la persecucion de las tropas
legales pasando de uno á otro departamento y recurriendo
á las mas injeniosas tretas para burlar á sus persiguidores.
En una de esas marchas y contramarchas que se veia
obligado á ejecutar por todas partes, llegó hasta las puertas de
Montevideo, desde donde dirigió una nota al Poder Legislativo
proponiendo un arreglo, sobre la base de la separacion del
General Oribe de la Presidencia, pero como la Asamblea
no le contestara y se aproximase el ejército contrario, tuvo
que retirarse, pasando de allí á sitiar á Paysandú, cuya
guarnicion estaba al mando del General Lavalleja.
El General Oribe vuelve á hacerse cargo entonces del
P. E. y deja al frente del ejército á su hermano, el cual
se pone en seguida en persecucion de los revoltosos. El
General Lavalle mientras tanto se incorpora á Rivera que
se hallaba sitiando la ciudad de Paysandú, de donde se retira
dejando una fuerza encargada del asedio, y empiezan los dos
generales una série de correrias para rehuir un combate, hasta,
la llegada del comisionado Chilavert enviado por ellos á Rio
Grande, á celebrar un tratado con el Presidente de la Re–
pública Rio Grandense, para recibir de este cuatro cañones
y sus dotaciones correspondientes en cambio de 1500 ca–
ballos que Rivera se compromete á enviarle.
Pero antes de llegar esos elementos, el General D. Igna–
cio Oribe los obliga á aceptar una batalla en los campos
del Palmar el dia 15 de Junio de 1838, en la cual es der–
rotado dicho General dejando en poder de Rivera y Lava–
lle toda su infanteria prisionera, sus caballadas, parque, y
equipos; siendo perseguidas las escasas fuerzas que escapa–
ron de la accion por las divisiones de Lavalle, Nuñez y Medina.
Esta victoria lo hizo á Rivera dueño de toda la campaña