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cía la sublevacion del General Ri era,

comandaba, á la

uale

e plegaron

muchos jefes y oficiale

argentino que

la filas del caudillo .

on la

fu

rza~

que

n ral La all e

El gobierno oriental pu o inmediatamente e to

conocimiento del argentino el cual tomó medida

para evitar una invasion á u territorio.

no·ro ar

En

sus principio ,

tuvo

el movimiento

edicio o que

circunscribir e al

uelo oriental, donde

e hiz muy dífi il

la permanencia de Rivera

on

u

tropa , porque el gene ral

Lavall eja prestó

us servi cios a l gob ierno y el mi mo general

Oribe se puso en campaña al frente del ejército con titucional.

Un incidente sin mayor importancia, dió orígen al uso de

las divi sas que disting uieron en los combate

á cada bando.

En uno de los primeros encuentro que tuvi eron lugar dia an–

tes de la sangrienta batalla de

arpinteria, como los oldados

del escuadr on que se había sublevado con Rivera ll evaran en

sus kepíes el mismo distintivo blanco y cel es te que ll evaban

las tropa

del Gobierno, el jefe r evolucionario t emeroso de

que se µrodujera confusion en la pelea, ordenó á

us soldados

que arrancasen del fo rro de sus ponchos un pedazo de balleta

roja para diferenciarse de lo> soldados fiele s al gobierno.

Desde aquel dia, se dió á los soldados de la revolucion el

nombre de colorados y el de blancos á los del ejército legal

segun el color de sus divisas r espectivas. ¡Cuántas lágrima

cuánta sang re, cuánto sacrifi cio, han costado al pais!

Asi se generaron, arr ancando desde ese momento y obe- ·

deciendo á las causas verdaderas que acabamos de señalar,

los· viejos partidos tradicionales. Na¡::ió el color ado, de una

rebelion organizada con los peores elementos

del pais; el

blanco, cr eado para r epeler la sedicion, compuesto de los hom–

bres respetables por e l valor político, la ilustracion y hasta la

fortuna.

Uno y otro r espondieron á tendencias sociales encontradas,

esplicables en aquella época; vivieron lu ego en perpétua lucha,

trasmitieron sus ódios y pasiones á través de los ti empos, y

hoy aunque debilitados subsisten todavía como un anacronismo

ó como una aberracion ó como un estravismo patriótico que

solo ha servido para conducirnos de exceso en exceso, desde

el error ¿porqué no decirlo con franqueza? hasta llegar al crí-

raen.