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un solo soldado habian desembarcado los primeros para el ataque. • ¿Puede
faltarse
á
la verdad con mas descaro, ni
usarse de mayor
impudencia en
asuntos tan públicos, de
tanta importancia y
responsabilidad? Obsérvese que
contestaba
esto el Contra·Almirante mien tras
que Mr. Aimé Roger por
otra parte, negando que se hubiesen dado
al rebelde armas para hostilizar á
Montevideo, confesaba
e que solo se le habian franqueado
aquellas para el
negocio de Martin Garcia.
>
• En medio de
tanto ultraje á la administracion de
la República Oriental
y de las costosas pruebas en que
la colocaban
los Agentes de
la Francia,
decididos aun á continuar la carrera de 1as hostilidades, emprendieron nuevos
escandalosos ensayos, tan irregulares como impudentes. El Cónsul Baradére,
infatigable en
sus animosidades,
y empeñado
en
una
funesta ruptura de
aquella República con
la Francia, hizo la
tentativa de manifestar á aque1
Gobierno de que él y Mr. Aimé Rogzr deseaban concluir
las cuestiones
pendiei;ites con la República Argentina,
recomendando que un desenlace
ta
1
interesaba tambien al Estado Oriental del Uruguay.
E l Gobierno, animado
de la noble mira de que sí no se lograba un acomodamiento,
los Agentes de
la Francia, gratos
á
sus buenos oficios, pondrian término
á
sus agresiones,
adoptó la idea de ser el conducto por donde llegasen al Exmo. Gobierno de
Buenos Aires las proposiciones de que fué portador el Senador D. Francisco Javier
Garcia de Zúñiga,
á
nombre
de Mr. Roger;
pero aun permanecia este en
Buenos Aires, y ya aquellos anticipaban la señales
inequívocas de su impon.
derable iniquidad.
.• Celaban con mas rigor que nunca
la salida de los buques puestos
á
las
órdenes del Sr. General Brown, acordonando los suyos en la boca del puerto
y aun colocando dentro
del mismo en
los mercantes
franceses,
soldados de
la escuadra, que
con
repetidos cohetes y otros signos
en el silencio de la
noche, producian, como era natural, una alarma peligrosa en la ciudad, pe1.
suadiéndose sus habitantes, por ellos, de
la
infame combinacion y alianza
entre los franceses y los
rebeldes, y consiguientemente desalentándose, pue
que calculaban la imposibilidad dt· resistir simultáneamente á estos dos ene·
migos
reunidos. En esas mismas
circunstancias detuvieron
una ballenera
conductora de comunicaciones para
el Gobierno, sacándola del puerto
(nota
núm.
10),
dando por toda satisfaccion que el hecho babia sido efecto de un
en or
(nota ntim. u).
Detuvieron
á
la vista de todos infinitos buques mer–
cantes, enviaron oficiales á Rivera con el prete to de informarse si
la fi rma
de los
pasavante3 despachados por el emigrado argentino D. Juan Apóstol
Martinez, eran pertenecientes
á
alguno de
los
funcionarios
e tablecidos por
aquel, como si para cualquiera conocimiento, que á tal
respecto ú otro le
fuese necesario, debiesen escandalosamente prescindir de la autoridad legal, y
entenderse á la presencia de ella con un rebelde que la ha atacado; y final·
mente, para colmo de
sus medidas hostiles, descuidando la guarda del pa·
quete
Rosa
y de su comisionado D. Javier Garcia de Zúñiga,
á
quien habian
provisto de un pasaporte
irregular, aunque aquella y este son rescatados del
poder de los piratas de Rivera,
faltaron
á
la
Rosa
cuatro callones que
le