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438 ._

t

un solo soldado habian desembarcado los primeros para el ataque. • ¿Puede

faltarse

á

la verdad con mas descaro, ni

usarse de mayor

impudencia en

asuntos tan públicos, de

tanta importancia y

responsabilidad? Obsérvese que

contestaba

esto el Contra·Almirante mien tras

que Mr. Aimé Roger por

otra parte, negando que se hubiesen dado

al rebelde armas para hostilizar á

Montevideo, confesaba

e que solo se le habian franqueado

aquellas para el

negocio de Martin Garcia.

>

• En medio de

tanto ultraje á la administracion de

la República Oriental

y de las costosas pruebas en que

la colocaban

los Agentes de

la Francia,

decididos aun á continuar la carrera de 1as hostilidades, emprendieron nuevos

escandalosos ensayos, tan irregulares como impudentes. El Cónsul Baradére,

infatigable en

sus animosidades,

y empeñado

en

una

funesta ruptura de

aquella República con

la Francia, hizo la

tentativa de manifestar á aque1

Gobierno de que él y Mr. Aimé Rogzr deseaban concluir

las cuestiones

pendiei;ites con la República Argentina,

recomendando que un desenlace

ta

1

interesaba tambien al Estado Oriental del Uruguay.

E l Gobierno, animado

de la noble mira de que sí no se lograba un acomodamiento,

los Agentes de

la Francia, gratos

á

sus buenos oficios, pondrian término

á

sus agresiones,

adoptó la idea de ser el conducto por donde llegasen al Exmo. Gobierno de

Buenos Aires las proposiciones de que fué portador el Senador D. Francisco Javier

Garcia de Zúñiga,

á

nombre

de Mr. Roger;

pero aun permanecia este en

Buenos Aires, y ya aquellos anticipaban la señales

inequívocas de su impon.

derable iniquidad.

.• Celaban con mas rigor que nunca

la salida de los buques puestos

á

las

órdenes del Sr. General Brown, acordonando los suyos en la boca del puerto

y aun colocando dentro

del mismo en

los mercantes

franceses,

soldados de

la escuadra, que

con

repetidos cohetes y otros signos

en el silencio de la

noche, producian, como era natural, una alarma peligrosa en la ciudad, pe1.

suadiéndose sus habitantes, por ellos, de

la

infame combinacion y alianza

entre los franceses y los

rebeldes, y consiguientemente desalentándose, pue

que calculaban la imposibilidad dt· resistir simultáneamente á estos dos ene·

migos

reunidos. En esas mismas

circunstancias detuvieron

una ballenera

conductora de comunicaciones para

el Gobierno, sacándola del puerto

(nota

núm.

10),

dando por toda satisfaccion que el hecho babia sido efecto de un

en or

(nota ntim. u).

Detuvieron

á

la vista de todos infinitos buques mer–

cantes, enviaron oficiales á Rivera con el prete to de informarse si

la fi rma

de los

pasavante3 despachados por el emigrado argentino D. Juan Apóstol

Martinez, eran pertenecientes

á

alguno de

los

funcionarios

e tablecidos por

aquel, como si para cualquiera conocimiento, que á tal

respecto ú otro le

fuese necesario, debiesen escandalosamente prescindir de la autoridad legal, y

entenderse á la presencia de ella con un rebelde que la ha atacado; y final·

mente, para colmo de

sus medidas hostiles, descuidando la guarda del pa·

quete

Rosa

y de su comisionado D. Javier Garcia de Zúñiga,

á

quien habian

provisto de un pasaporte

irregular, aunque aquella y este son rescatados del

poder de los piratas de Rivera,

faltaron

á

la

Rosa

cuatro callones que

le