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• No dejo de convenir, General, en que los auxilios pecunir.rios, sobre todo

si se hacen con entero de prendimiento, merecen honrosa mencion, pero, qué

valen e os auxilio

comparado

con lo

sacrificios de nuestros correligionarios

en campaña ó con

los

ervicios que algunos ciudadanos pre tan en bien y

para honra de nues tro partido y de nue tra patria? Bien poca

cosa, relativa·

mente.

>

U ted me hace justicia sin duda, c:iando me reconoce las erogaciones que

en

silencio

he hecho y que datan de de la esp dicion del Coma ndante Mar–

fetan y la pa ada de nuestros amigos de Entre Rios, ha ta la

fecha.

Pero

créame, General, á fé de caball ero, que todo es para mi muy

insignificante,

al lado de la cooperacion que haya podido prestar

á

la revolncion en la per–

severan te tarea de hacerla simpática

á

nacionales y es trangeros, así como e n

la parte que me haya podido caber en el éxito de la mision que Vd. co nfió

á

mi hij o Ambrosio, y que

ha

tenido la suerte

de desempeilar de una ma–

nera verdaderamente ine perada.

>

Mi referido hijo es portador para Vd. de una nota del Ministro de Re–

laciones Exteriores de

la República A rgen tina.

Esta nota ha sido obtenida

sin que Vd. ni ningun otro jefe superior la haya solicitado directamente. Ella

importa, entre otras cosas, reconocer en Vd. al representante de nuestro ejér–

cito, y lo que es mas,

reco nocer implícitamente en

la revolucion política de

nuestro pais, el carácter de poder beligerante.

Este gran acto, jamás lo vie–

ron realizado otros pueblos, tales como el Rio Grande, los Estados del

ud

de Norte-América y Cuba, en la actualidad.

Es, pues, para nosotros un im–

portante triunfo moral, triunfo que no pudimos abrigar la es peranza de obte·

ner dados los antecedentes de nuestras relaciones, casi hostiles, con el Gobierno

y

pueblo argentino.

• Desde luego debo declarar, que el cambio aquí operado en

favor

nuestro1

ha contribuido eficazmente

á

la marcha ordenada y digna de la

revolucion,

en contraposicion evidente con la marcha de los gobernantes de Montevideo.

Pero la verdad sea dicha: nuestro proceder hubiera pasado inapercibido, sino

hubiera habido en el pueblo, en la prensa, en el Gobierno Argentino, la

noble espontaneidad de reconocer la justicia de nuestra causa, y el decidido

empeño de buscar la pacifir.acion para nuestro pais, median te la iniciativa de

una negociacion que refleja alta honra sobre nuestro partido en general, y en

particular sobre los que han contribuido

á

tan plausible aconteci miento .

• Usted me dice que los amigos de Montevideo y Cerr.:>-Largo le aconsejan

que desconfie de las negociaciones de paz de D. Lorenzo Batlle, quien no

tiene mas fin que ganar tiempo. Esos amigos recien dicen lo que yo opinaba

en mis cartas y en la prensa con tra esas tentativas infructuosas de paz, obra

e;clusiva de la maquiavélica política del Dr. Herrera y Obes, que

logró misti·

ficar

á

algunos compañeros nuestros de buena fé; y tan pública

á

ese respecto

era mi opinion, que ha de saber Vd. que mi amigo el Sr. QueYedo al rece·

mendar últimamente al Dr. Lamas su

proyecto de

pacificacion, le pedia que

no lo pusiese en mi conocimiento, porque en esa

linea

: : J

yo intransigente.

• H oy, General, de lo que nos ocupamos, es de asuntos de otro órden.