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representar la mitad del país•-y que todo eso, Vd. y sus amigos que hacen

cargos atroces al General Batlle porque desde el primer momento de

la

invasion de Aparicio no los

llamó

á

una transacdon qne tuviera por base

una coparticipacion de los puestos públicos entre los dos bandos, no pensaron

jamás en dar solucion

á

·la contienda de 1863, con otras condiciones

que el

sometimiento de los rebeldes.

En mi paralelo, Dr. Herrera, no he querido justificar á Batlle y sus hom–

bres; sabe Vd. y sabe el pais entero que en

el

tribunal de mi conciencia

el General Batlle está condenado como autor y cómplice de una lde

las si–

tuaciones mas

oprobio~as

porque haya pasado

la República desde que es

Nacion independiente; me he propuesto simplemente, restablecer

la verdad

histórica y salvar

la moral política de la subversion

á

que Vd. quiere so–

meterla, arrastrado sin duda por su cariño y su respeto bajo el punto de vista

de la honradez y de la sinceridad de intenciones.

• Ah! en

la precipitacion con que escribo,

rodeado de atenciones y de

exigencias de la labor diaria, no puedo guardar siquiera en mis contestaciones

la hilacion de las ideas y el órden expositivo de los argumentos que impugno.

• Pero á despecho de faltar á la hilacion de las ideas y al órden

regular

de la discusion, no quiero dejarle pasar una prevaricacion de principios en que

Vd. incurre para justificar al Sr. Berro de las violencias y los atentados que

cometió así que el General Flores invadió el pais.

• Usted dice que el Gobierno del Sr. Berro no debe ser

juzgado en la

época anormal que sobrevino á la invasion de Flores, porque de los atentados

y

de las violencias de la época solo son responsables los que produjeron esa

situacion.

• Cómo, Dr. Herrera! ¿Apenas siente contrariado su gobierno y turbada la

tranquilidad pública, desaparecen las garantias constitucionales y dejan de go·

bernarnos las leyes y de imperar la justicia?

>

En tiempos bonancibles y cuando las oposiciones pacíficas ó armadas no

agitan las pasiones y perturban la tranquilidad dt! los espíritus, no hay mérito

en gobernar segun las instituciones y con arreglo

á

las leyes: es en las épocas

calamitosas y de conflicto público, que hay el deber mas imperioso de sobre·

ponerse á las pasiones y

á

los ódios y de permanecer

á

la altura conveniente

para no agravar los males y producir el caos.

>

Y el gobierno del Sr. Berro por el 'contrario, apenas pisó el territorio de

la R epública el General Flores, se lanzó

á

las vias de la arbitrariedad mas

desenfrenada, empezando por imponer á sus adversarios que vivian tranquilos

en Montevideo, el vejámen de la divisa de su partido, y concluyendo por des–

terrarlos á

óarcadas

sin mas que la denuncia cobarde de algun favorito, ó la

sospecha surgida por algun enemigo personal.

• ¿A donde iríamos

á

parar, Dr. Herrera, si

á

título de la situacion anormal

que se crea para el pais por una

oposicion mas ó menos

justificada, se

le

creyere autorizada

al

Gobierno para atropellar todos los derechos y violar to–

das las leyes?

>

El General Batlle nos <liria que no gobernó una hora

tranquilo, y que