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»

Yo no he abierto jamás la historia luctuosa de las co ntiendas viejas sinó

para sacar provecho para las contiendas nuevas; yo no he cerrado jamás ese

libro sangriento, que otros no quisieron tocar siquiera, porque lo he querido

tener bajo mis ojos para condenar lo qu e hicieron nuestros an tecesores y

demostrar con el ejemplo de los males que acumulan sobre Ja pa tria, l.:i que

no deben hacer nues tros contemporáneos.

• Yo no he abierto ese libro luctuoso y sangriento para aconsejar ni la

reincidencia en el error, ni las represalias cobardes, ni la guerra de venganza,

sino para decir á nuestros hombres de Estado :

>

V ed lo que hicieron los hombres públicos de tal época y ved el resul–

tado que alcanzaron- violencias, persecuciones y muerte, no produjeron si–

quiera el resultado de consolidar por una déc:ida el régimen infecundo de una

paz armada y opresiva.

>

Ved lo que hicieron los hombres de tal otra época,

y

observad qué

ventajas obtuvieron en sus concesiones de circuns tancias y sus prevaricaciones

de principios.

»

Observad imparcialmente y vereis que no sirvieron á su causa ni robus–

tecieron la contraria.

>

En suma, Dr. H errera, nosotros no hemos provocado la discusion del

pasado, sino para llegar con el auxilio de los ejemplos dolorosos de nuestra

historia á esta verdad inmutable- que solo el cu] to austero de los principios

y la práctica severa de las instituciones nacionales, puede fu ndar la paz y

asegurar la libertad y encarrila r el progreso en esta desgraciada pa tria.

>

¿P or qué cerrari a yo entonces el libro del pasado?

>

Si cerramos ese li bro y negamos nuestro espíritu á sus sah1dables ense·

ñanzas, es probable que todavia reincidamos por mucho tiempo en los mismos

errores, que caigamos en las mismas prevaricaciones, que cometamos los mis–

mog crímenes; porque los sucesos se reproducen periódicamente en la historia;

y el espiritu humano, único é idéntico, está inclinado siempre

á

los mismos er–

rores, á las mismas faltas,

á

los mismos crímenes.

t

»

P erdóneme Dr. Herrera esta digresion que sus alusiones al emp<1ño de dis–

cutir el pasado han hecho necesaria, y volviendo

á

su carta, permítame que

le manifieste mi estrañeza por la manera como V d. h a interpretado mis pa·

labras.

, Dice Vd ,

que y o quier o la Convencion Nacional E straordinarza, p ero

que no solamente consz'dero inútz'l el Gobierno Provisorio, sz'no que voy

hasta declar ar que

el

de D. L orenzo Batlle es el que en todo caso debe·

r íamos aceptar .

• No sé como me ha leido Vd. 6 como me he esplicado yo, para que así

me atribuya apreciaciones y o piniones que son la antítesis de cuanto he creido

y pensado y de cuanto entendía haber dicho

á

Vd. en mi última carta.

>

Deme Vd.

á

D. Lorenzo Batlle poseído de toda la abnegacion necesaria

para eliminar su personalidad egoista en el problema que estamos discutiendo,

y desde luego acepto y proclamo que el Gobierno P rovisorio es

el

complemen·

to de la solucion de principios' que recibiría la cuestion armada y la cuestion