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fuera de Ja proscripcion en que se les obligaba
á
vivir y morir en el es–
trangero.
• ¿Adonde está, pues,
la similitud de situaciones, vuelvo á repetir, entre
Ja que precedió
á
la invasion de Flores y
la que precedió
á
la de Aparicio,
por muy cierto que sea que encontró Flores publicistas que le hicieran ma–
nifiestos y proclamas mejores que las que le han hecho á Aparicio en cuanto
á
esposicion de doctrinas y de propósitos, y en las cuales recuerdo que se
iba hasta lamentar
sacrílegamente
que el hábito de paz y de trabajo se hu–
biera arrigado ya, tan pronto y de tal manera, que esto dificultaba que las
masas nacionales se pronunciasen á favor del
libertador?
> Flores, invadiendo
el
país en aquella situacion y para derribar un Go–
bierno como el de Berro, no es comparable con Aparicio
invadiendo el pais
para derribar un Gobierno como el de Batlle. No hay sofisma ni ceguera de
partidismo que prevalezca sobre esa verdad.
> Y porque lo creo
así
intimamente, es que yo, como tantos otros, no
vemos mengua ninguna en aparecer revolucionarios.
> Y porque es así, porque existe completa disparidad de situaciones, es que,
colocado en lugar de Aparicio, francamente, Dr. Ramirez, yo no aceptaria pa–
rangon con Flores, fuera de que en el desenvolvimien to de su campaña revo–
lucionaria, hasta ahora al menos, á Aparicio no se le puede con justicia echar
en cara los atentados de su preferido el General Flores.
> Sus reminiscencias despiertan las mias aunque bien
á
mi pesar. Aparicio,
Vd. mismo lo ha reconocido há pocos dias en
El S iglo,
de ha quitado
á
la
guerra
el
carácter bárbaro que
la
ha dist: nguido antes y la hace lo menos pe–
sada posible para el pais, y sobre todo, doctor amigo, Aparicio no ha tenido
ninguna
Florüla
ni ningun P aysandú, -
á
Aparicio no se le puede mostrar,
como presente de su mano
á
Su Magestad Imperial D. Pedro II, colgando en
la Catedral de Rio J aneiro, la bandera nacional arrancada hecha pedazos por
las balas brasileras y argentinas de las manos de Leandro Gomez>.
>
Y advierto á Vd. ademas, que cuanto mas depriman Vds.
la condicion de
Aparicio, mas la enaltecen su conducta y sus hechos, y mas robusta y mas es–
pontánea, mas nacional muestran Vds. mismos la revolucion. -
Píntenlo tan
bajo como lo quieran, y asi mismo resulta por sus hechos mas alto que Jos
caudillos que Vd. cita-¿á qué talla reduce Vd. á estos?
> Lamento sinceramente haberme
estendido rnbre este punto-he revuelto
el lodo y me siento mal; no me vuelva á hablar, le ruego, de personas de
cierto tipo.
> Se argumenta á menurlo, y Vd.
lo vuelve ..
~
hacer para atacarme
á
mi,
como Ministro de la época de Berro, con los actos de esa administracion
posteriores
á
la inv asz"on,
es decir, poi sus
actos en
plena guerra contra
V ds. y contra el
Bra~il
y otros.
Se
argumenta
con
esos actos de vida
ext~aordinaria,
por los mismos que sacaron de quicio á aquel gobierno tole–
rante y honrado para combatirlo, haciéndole
variar de naturaleza,
en alianza
con el Brasil y en
cordiale enünte
con el Gobierno Argentino.
• Esto no es justo, y de los actos
anormales
de aquel Gobierno de Berro,