Table of Contents Table of Contents
Previous Page  474 / 840 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 474 / 840 Next Page
Page Background

140 -

fuera de Ja proscripcion en que se les obligaba

á

vivir y morir en el es–

trangero.

• ¿Adonde está, pues,

la similitud de situaciones, vuelvo á repetir, entre

Ja que precedió

á

la invasion de Flores y

la que precedió

á

la de Aparicio,

por muy cierto que sea que encontró Flores publicistas que le hicieran ma–

nifiestos y proclamas mejores que las que le han hecho á Aparicio en cuanto

á

esposicion de doctrinas y de propósitos, y en las cuales recuerdo que se

iba hasta lamentar

sacrílegamente

que el hábito de paz y de trabajo se hu–

biera arrigado ya, tan pronto y de tal manera, que esto dificultaba que las

masas nacionales se pronunciasen á favor del

libertador?

> Flores, invadiendo

el

país en aquella situacion y para derribar un Go–

bierno como el de Berro, no es comparable con Aparicio

invadiendo el pais

para derribar un Gobierno como el de Batlle. No hay sofisma ni ceguera de

partidismo que prevalezca sobre esa verdad.

> Y porque lo creo

así

intimamente, es que yo, como tantos otros, no

vemos mengua ninguna en aparecer revolucionarios.

> Y porque es así, porque existe completa disparidad de situaciones, es que,

colocado en lugar de Aparicio, francamente, Dr. Ramirez, yo no aceptaria pa–

rangon con Flores, fuera de que en el desenvolvimien to de su campaña revo–

lucionaria, hasta ahora al menos, á Aparicio no se le puede con justicia echar

en cara los atentados de su preferido el General Flores.

> Sus reminiscencias despiertan las mias aunque bien

á

mi pesar. Aparicio,

Vd. mismo lo ha reconocido há pocos dias en

El S iglo,

de ha quitado

á

la

guerra

el

carácter bárbaro que

la

ha dist: nguido antes y la hace lo menos pe–

sada posible para el pais, y sobre todo, doctor amigo, Aparicio no ha tenido

ninguna

Florüla

ni ningun P aysandú, -

á

Aparicio no se le puede mostrar,

como presente de su mano

á

Su Magestad Imperial D. Pedro II, colgando en

la Catedral de Rio J aneiro, la bandera nacional arrancada hecha pedazos por

las balas brasileras y argentinas de las manos de Leandro Gomez>.

>

Y advierto á Vd. ademas, que cuanto mas depriman Vds.

la condicion de

Aparicio, mas la enaltecen su conducta y sus hechos, y mas robusta y mas es–

pontánea, mas nacional muestran Vds. mismos la revolucion. -

Píntenlo tan

bajo como lo quieran, y asi mismo resulta por sus hechos mas alto que Jos

caudillos que Vd. cita-¿á qué talla reduce Vd. á estos?

> Lamento sinceramente haberme

estendido rnbre este punto-he revuelto

el lodo y me siento mal; no me vuelva á hablar, le ruego, de personas de

cierto tipo.

> Se argumenta á menurlo, y Vd.

lo vuelve ..

~

hacer para atacarme

á

mi,

como Ministro de la época de Berro, con los actos de esa administracion

posteriores

á

la inv asz"on,

es decir, poi sus

actos en

plena guerra contra

V ds. y contra el

Bra~il

y otros.

Se

argumenta

con

esos actos de vida

ext~aordinaria,

por los mismos que sacaron de quicio á aquel gobierno tole–

rante y honrado para combatirlo, haciéndole

variar de naturaleza,

en alianza

con el Brasil y en

cordiale enünte

con el Gobierno Argentino.

• Esto no es justo, y de los actos

anormales

de aquel Gobierno de Berro,