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Entonces, aunque menos madurez y menos firme, tenia ya las ideas que
he revelado en mi carta á Medina, de 13 de Diciembre pasado.
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1º
Recuerdo que la primera tentativa fué conversando conmigo, autoriza·
do por el Sr. Berro, con el Sr. D. Juan P. Ramirez, padre de usted.
Este
ciudadano podrá desmentirme sino digo verdad-y á fé que cuando yo me
ocupaba de esto,
todavía muchos de Vds. maldecían la
intentona de Flores.
>
2º
En seguida hubo otra tentativa, bien acogida por el Gobierno, y que
estuvo á cargo del Coronel Mundell.
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3° Despues sobrevino la Argentino-Brasilera,
fracasada porque se convir–
tió en desvergonzada imposicion estrangera.
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4• La que desempeñó mas tarde el Sr. Quevedo.
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Y
5•,
por último, la que tomó á
su cargo el Ministro de Italia, señor
Barbolani.
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Sobre las principales de estas tentativas hay publicaciones hechas; no las
tengo ni á la vista ni á mi alcance, pues que estoy escribiendo
fiado á la
memoria. Apelo á ellas todavía hoy para que se me muestre mi resistencia
á la solucion pacífica, y llamo muy especialmente su atencion sobre la última
de aquellas tentati vas, á cargo del señor Barbolani. En ella, por
razon de
evitar cuanto estuviese en nuestras manos,
la intervencion armada del Brasil
que, sobrevenida, era de nuestro deber resistir á fuer de hijos de ese suelo,
se le ofrecia á Flores el
Ministerio de la Guerra.
Debe existir la nota del
Ministerio á mi cargo entonces, en que daba la razon para tamaño sacrificio –
ahí verá Vd. mis ideas, que eran las del Gobierno, en lo que se relacionaba
con la
intervencion armada entonces, idénticas á
las que hoy abrigo si á
Vds. ó á la revolucion se les ocurriese á volver andar por esos caminos que
la esperiencia ha mostrado malos,
fatales, aun para los que algun dia se
alucinaron.
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¿Quiere V d. mayor prueba de mi tendencia á la pacificacion ? Me re·
pugna todavía hoy esa e5tremidad á que nos vimos conducidos por los errores
de todos, pero yo entonces sabia, como sé hoy, prescindir de repugnancias y
servir sériamente los intereses primordiales del pais.
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Flores no quiso la cartera de la Guerra-la alianza brasilera le hacia
cuenta como que en efecto le hizo-y desde ese dia fatal se desencadenaron
las tremendas desgracias que nos han traído al estado actual, mancillada nues·
tra honra nacional y corrompido nuestro organismo político y social.
Usted vé, pues, Dr. Ramirez, que no me
lastiman muy en
lo vivo
sus
reminiscencias y que no me muestran contradictorio. Ojalá hubieran
sido
ellas mucho mas amargas, mucho mas crueles para mi, si
haciéndolo en una
discusion de
adversarios leales que buscan el bien presente y
futuro, ellas
lo hubieran llevado á Vd. á otra conclusíon que á la desconsoladora de que
no hay paz posz"ble si no es con Batlle
á
la cabeza.
Reitero . á Vd. la espresion de mi aprecio personal.
Buenos Aires, Febrero 9 de
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1.
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Juan José de Herrera.