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lantase alguna idea en sentido de h acernos ver realizable la terminacion de
la guerra por la Convencion E straordinaria, sueño seductor y no otra cosa, á
mis ojos, mientras no se acordase el medio de hacerlo realidad.
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El medio me parecia la organizacion, tan inmediata como fuese dable, de
un gobierno pr-ovisorio mixto, que h aciendo posible el desarme de los parti–
dos, los conduj ese al sufragio libre y garantido.
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Esta era la cuestion esencial, sobre la cual pedía á Vd. opinion, y con–
fieso que tenia esperanza de que su inteligencia y su patriotismo, al tn¡tarla,
traeria fuerte contingente para la pacificacion de la República.
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No ha sucedido así desgraciadamente .
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V d. ·quiere la Convencion Nacional estraordinaria, pero no solamente
considera inútil el gobierno provisorio, sino que va hasta declarar que el de
D. Lorenzo Batlle es el que, en todo caso, deberíamos aceptar.
Es, pues, cuestion terminada. Sabíamos á que atenernos en cuanto á Batlle
y su círculo-sabemos hoy á que atenernos en cuanto á los opositores de
éstos.
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En la mano de nadie aisladamente está el oponerse á resolucion tan uná–
nime, á acuerdo tan perfecto, y como no fué mi ánimo levantar polémica
retrospectiva, totalmente inútil para el a·sunt :i que trataba, y entregado como
está mi espíritu é inclinados mis sentimientos á cooperar á la resolucion de
las dificultades del presente para hacer posible su mejor porvenir, Vd. no
deberá estrañar que no lo siga en sus afecciones de época anterior, sin que
esto quiera decir que encuentro yo vituperable su amor á la historia del pa–
sado. Sus lecciones sirven á menudo para mej orar el presente y preparar el
porvenir, y cuerdo es el que las aprovecha.
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Yo contrariaría, así mismo, todas mis inclinaciones si me lanzase á cuerpo
perdido al terreno en que he pisado con bien poco provecho, á mi vez, para
la cuestion de actualidad.
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D ejo á Vd. la libertad de creer que no es por h astío de cosas viejas, que
no es por considerarlas inútiles para iniciar cosas nuevas que me aparte de la
polémica. Busque V d. cualquier otro motivo á esta mi repulsion, búsquelo hasta
en interés egoísta mio,-que tengo esperanza que si medita un poco, guiado por
espíritu sereno y reflexivo, acierte á encontrarme razon; y á sus meditaciones
ayudaré declarándole lisamente, que en los puestos públicos que h e servido y á
que V d. alude, no tuve ni tengo la petulancia de suponer que no haya come–
tido error como cualquier otro mediócre ciudadadano de los tantos que, sin la
madurez de esperiencia y sin la frialdad de razon requeridas, ocupan prema–
turamente, entre nosotros, posiciones políticas de grave responsabilidad, posi–
ciones bien mas dificiles de sostener que la oposicion del periodista que quizá
con razon ha tratado siempre de escapar á esas posiciones oficiales en que, de
seguro, hubiesen empañado la brillantez de sus teorías al aliento de las pasio–
nes y como tributo á la debilidad del hombre.
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P ero si huyo de Ja polémica retrospectiva, no por eso, y en honor de la
verdad que es necesaria reservar pura para que la recoja la historia, debo de-