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CARTA DEL DR, R.A!IUREZ AL DR. HERRERA

e

Sr. Dr. D. Juan José de Herrera.

Mi estimado compatriota:

Disiento profundamente con Vd. en cuanto á que la discusioo que mante–

nemos esponiendo ideas generales sobre

los medios mas razonables y mas

justos de dar uua solucion pacifica á la contienda civil que derime por las

armas, no haya tenido ni tenga un objeto útil y práctico.

• Antes de iniciarse estas discusiones que Vd.

llama imprudentes, por lo

que han tenido de reprospectivas, y que yo llamo oportunas, precisamente por

que hao sido sostenidas con lealtad y con franqueza, sin escusar las enseñan–

zas del pasado ni deteotrse en el exámeo de las personalidades políticas que

hao jugado su rol ma8 ó menos importante en los sucesos que les son refereo–

reotes, hablar de paz, juzgar á

las partidos y sobre todo á. los c•mteodientes

armados con la vara de

la justicia y el crisol de los principios, era reputado

crímeo de lesa patria para los hombres de este Gobierno de Montevideo, que

siguiendo la tradiccioo y el ejemplo de sus antecesores se creia representante le–

gítimo de todo derecho y de toda justicia, y autorizado para aplicar ese dere·

cho y administrar esa justicia ni mas ni menos que como lo hacia Pereyra, fu–

silando y proscribiendo á medio país, y como lo hacia Berro

identificando á

su Gobierno por la mas irritante solidaridad con su nefando antecesor.

»

Hoy, merced á

la propaganda de una prensa que no tiene escrúpulos ni

de discutir el pasado, porque está cierta de dignificar su espíritu al estudiar–

lo, ni de profundizar las causas de la contienda actual porque está cierta

tam–

bien de hacer cooverjer esas causas en provecho de los principios y de la jus–

ticia, la paz es

el

tópico preferente de toda discusioo,

el

objeto de conversacion

en todos los círculos, el anhelo caluroso del país entero, y lo que es mas aun,

la aspiracioo de los mismos que fulminaron á los primeros que dijeron

•no

solo las armas deben derimir la con tienda por el estermiaio; la razoo y la j us–

ticia pueden dar acaso la solucion mas patrióta, mas justa y mas conveniente.»

• Si Vd., Dr. Herrera, está dispuesto

á

renunciar y despojarse de la parte

que le cabe en ese movimiento de opinion que se

ha producido en ambos

partidos, no me sucede á mi otro

tanto, pues tengo á honor haber contri–

buido á modificar las

impresiones populares y las i <leas de la generalidad de

los hombres políticos.

>

Para llegar á ese resultado, no he escusado discutir el pasado, cuando asi

lo he creido conveniente para repeler y condenar

pretensiones

exageradas,

cargos inmerecidos, ilusiones falaces.

• Yo no veo mal en abrir el libro del pasado, por el contrario, es preciso

perder el miedo á ese fantasma que nos aterra

y

convertirlo en vez de ban–

dera de ódios y de guerra, en lábaro de paz

y

fuente de saludables lecciones .