Table of Contents Table of Contents
Previous Page  460 / 840 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 460 / 840 Next Page
Page Background

-

126

-

ro impuesto al país á hierro y sangre,

las persecuciones y la proscripcion

que estaban condenados sus amigos

políticos, y ofrecia al pais un programa

consignado en su manifiesto, de Julio de aquel año, que no lo hará mejor en

cuanto á esposicion de doctrinas y propósitos, el mejor de los publicistas de

Aparicio.

>

Como Aparicio, el General Flores habia agrupado á su alrededor algunos

millares de partidarios; y como Aparicio, pretendía

representar por lo menos

á la mitad del país.

»

Yo era ciudadano y periodista entonces.

>

Como ciudadano, cumplia con las prescripciones de la ley haciéndome re·

presentar en la Guardia Nacional por personero.

»

Como periodista, me abstenía absolutamente de apoyar ni enaltecer el mo·

vimiento revolucionario, pues comprendía bien que eso no pouia hacer impu·

nemente bajo el dominio y jurisdiccion del Gobierno.

»

Vd. era Ministro entonces y Vd. que me increpa obcecacion de partidario

y propósitos estrechos de esclusivismo y predominio, y se atribuye el espíritu

mas despreocupado y el carácter mas tolerante y los sentimientos mas frater–

nales, me hacia poner preso porque no me sometia al vejámen de usar la

divisa del bando gubernista, del partido blanco, y mandaba cerrar el diario

que yo redactaba por el crímen de abstenerse!!

• Hoy han cambiado los roles. Yo no soy Ministro, pero soy periodista

y V d. es

revolucionario confesado y declarado; y yo, el periodista á quien

V d. hizo cerrar

su~

diario porque se abstenia, abro

á

V d. las columnas de aquel mis·

mo diario hecho cerrar por V d. y se las abro para que V d. haga la apología

de la Revolucion y combata y deprima cuanto á la Revolucion se opone.

»

¿No es verdad que no son tan brutales mis pasiones, ni tan

inveterados

mis ódios, ni tan estrechas mis vistas, al menos con relacion

á

las vistas y

á

los ódios y

á

las pasiones que han solido llenar el alma de nuestros hom–

bres de Estado?

»

Y persuádase Dr.

de Herrera, que al hacer

á

Vd. estos r ecuerdos, no

cedo á un móvil mezquino ni me propongo un desahogo personal.

• J:Ie necesitado hacer esos recuerdos para advertir á Vd. que los hombres

no son ángeles, y que no se puede ser tan exigente como Vd. se manifiesta

ni tener tanta severidad para juzgarlos.

>

Usted empieza por culpar al General Battle y á sus hombres y aun á

los que no han sido ni son sus hombres, de haberse mostrado

reacios en

aceptar los medios conciliatorios y pacíficos para restablecer la paz y desar–

mar los partidos, abriendo nuevos caminos de legalidad y de

justicia

á este

pueblo desgraciado, víctima expiatoria del extravío y de sus partidos y prin–

cipalmente de las prevaricaciones de sus hombres públicos.

• Pero sus cargos de usted para que fuesen justos supondrian en el Gobier–

no hombres sin pasiones ni debilidades, sin ambiciones y sin ódio; hombres en

fin que no hubieran pagado su tributo á los errores

tradicionales de creerse

gobiernos legítimos por el

hecho de ejercer el poder público, y de encarnar