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dio no estuviera el bien de la patria, dirigió al Presidente Batlle, vale decir
al
partido colorado tras del eual está este gobernante
encastillado, la nota de 13
de Diciembre, proponiendo el nombramiento por una y otra parte de comisa–
rios orientales que ajustasen la pacificacion del pais, por el concierto y la con·
ciliacion de los intereses en lucha.
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Debía esperarse,
y
muy especialmente la esperaba
yo por circunstancias
que
1!º
es del caso revelar, que ese primer paso, el mas dificil en situaciones
como la actual, facilitaría la inteligencia entre los contendientes.
Ese primer
paso dado por los unos y correspondido por los otros, si de parte á parle hu–
biera habido igual lealtad é iguales sentimientos
patriótico~,
no podría menos
de facilitarnos los medios de alcanzar la pacificacion, ya fuese sobre la base de
la convencion extraordinaria, ya fuera sobre cualquier otra.
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• Esto era hacer política práctica y útil; y para no esponerla á mal suceso,
guardamos· ese silencio de que hoy nos acusa V d.,-al Coronel Estomba, mi–
litar á quien en la línea no le era permitido hacer otro servicio que militar,
y á mí y
á
otros que desde el día siguiente á la llegada de Aparicio al Ce–
rrito nos ocupábamos de estos negocios con ánimo resuelto y á trueque de
esponer nuestra conducta á interpretaciones poco favorables para la firmeza de
nuestras convicciones políticas.
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E ra nuestro ánimo, y aunque no lo hubiera sido se iba á hacer muy
luego forzoso, que los comisionados de ambos campos se ocupasen de discu–
tir, entre los medios conducentes á la pacificacion
la opinion de Vd.,-la de
la Convencion estraordinaría.
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Si esto no tuvo lugar ¿de quién, doctor
Ra~irez,
fué la culpa?
¿Sobre
quién, digámoslo con franqueza y con lealtad, pesa la responsabilidad por el
crímen
de haberse negado á
ensayar siquiera
los medios de pacificacion?
¡Sobre qué cabezas debe recaer la
sangre derramada desde el momento en
que el Ministro Ingli:s puso nuestra nota conciliadora en manos Q.e D. Lo–
renzo Batlle?
Al proponer, nosotros que representábamos
(supongo que se nos permitirá
afirmarlo)
la mitad de la nacion, la reunion de nuestros plenipotenciarios co11
los de Vds. (representantes, en hora buena, de
la otra mitad), nos guiaba,
como he dicho, la idea de buscar y de encontrar sinceramente el medio mas
equitativo de pacificacion.
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Aceptada que hubiera sido, por ejemplo, la base de la Convencion como
medio de subsar:ar radicalmente el vicio de ilegalidad con que vienen encade–
nándose los gobiernos orientales, surgia
inmediatamente
la necesidad de dis–
cernir y convenir sobre los medios mas prontos y mas seguros de llegar á
ese desideratum.
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¿Qué entidad, qué gobierno debía presidir á la eleccion de esa Conven –
cion y dirigir la cosa pública en ese intermedio provisorio?
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Desde que buscábamos, nosotros al menos, con entera buena fé, la paci–
ficacion por un a
transaccion equitativa, evidente se ltacia que, puestos en el
caso de decidir ese punto hubiéramos optado por la organizacion de un go –
bierno provisorio compuesto ¿de quienes?-de representantes de ambos partidos